Rudraprayag


El viaje a Rudraprayag no fue especialmente productivo, aunque no por ello exento de peligros. A un trayecto en todoterreno le siguió uno en elefante, para alegría de Elizabeth Shawn y desagrado de los demás.

Conocieron de primera mano los peligros de la jungla cuando un tigre atacó a la cabina del elefante, y aunque pudieron dar buena cuenta de él, Ranjit fue el que se llevó la peor parte, recibiendo un disparo fortuito de Claremont Evans.

Transcurrieron un par de días en la apacible y rural Rudraprayag hasta que se dieron cuenta de que allí no había tela que cortar y regresaron a Nueva Delhi para tomar rumbo a Calcuta.

El duelo



Tarkin decidió acudir a la cita, y enfrentarse en duelo a Hamblin. Dado que era el desafiado, escogió como arma la pistola y Hamblin decidió que sería a primera sangre.

Apadrinado por Montana fue a la colina de los duelos, y tras repartirse los revólveres (superada la tentación de trucarlos) se pusieron espalda con espalda y dieron los diez pasos de rigor.

Tarkin fue más rápido, pero su falta de puntería le traicionó, y la bala se perdió entre las nubes. Afortunadamente Hamblin no tuvo mejor suerte, y su disparo se desvió por varios palmos.

Avanzaron un paso, para disparar de más cerca y recargaron sus armas. Tarkin volvió a ser más rápido, pero su disparo volvió a errar. Hamblin fue más avispado y puesto que había perdido la iniciativa y Tarkin ya había disparado, consideró que nada le impedía apuntar tranquilamente y disparar a la pistola de Tarkin, de forma que venciera en el duelo sin derramar excesiva sangre.

El bang fue sonoro, y la rozadura de la bala dolorosa. Requirió un vendaje pero Trakin se sintió afortunado, pues parece que no iban a quedarle secuelas. No al menos si excluimos las del orgullo.

Nueva Delhi


Llegaron a Nueva Delhi, y no podían evitar la sensación de ser vigilados u observados en todo momento.

Esta sensación se fortaleció cuando durante un paseo por el mercado se encontraron de nuevo al señor Hamblin, quien les dijo que había visto a Huston por Nueva Delhi. Aunque la conversación no se prolongó mucho más, ya que Hamblin se sintió muy insultado cuando Tarkin insinuó que la señora Hamblin podría haber envenenado su comida, y Hamblin, ofuscado, le desafió a duelo.

Pero la pista de Huston era importante, así que Montana se fue a hacer sus pesquisas callejeras. Algo malo debió de pasar, pues apareció más tarde en el hotel, ensangrentado. Por lo visto, un supuesto informador le había conducido a una emboscada en la que 3 hombres occidentales abrieron fuego contra él sin mediar palabra. Por suerte, y usando al falso informador como escudo humano, pudo abatirlos y salir vivo de ahí.

A su vez, Evans, había contactado con un gúia nativo, un chico bastante despierto llamado Ranjit, que se ofrecía a llevarles a Rudraprayag. Mientras tanto, Elizabeth Shawn seguía adherida a las malévolas páginas de los Fragmentos de G´harne.

Todo estaba dispuesto para la excursión, pero tenían que ver qué hacían con el asuntillo de Hamblin.

Solo un susto

El Dr. Tarkin se apresuró hacia el compartimento de Hamblin. Deliraba y tenía fiebre, pero por suerte el médico siempre llevaba encima un poco de penicilina, que pareció hacer efecto y pudo estabilizar al enfermo.

Interrogando a su esposa, ella dijo que pensaba que podría ser por algo que comió. Se fijó en que había comprado unos bollos en un dudoso chiringuito del mercadillo de Bombay.

Tarkin inspeccionó la papelera, pensando que tal vez esos bollos podrían haber sido envenenados por algo de la secta. Pero en su lugar vio que dentro del bollo, en una maloliente pasta que parecía haber sido carne unas asquerosas larvas se movían. Hamblin había consumido comida podrida.

La indignación no pudo ser contenida por Tarkin, que catalogando de idiota a la señora se marchó a su compartimento aun sobreponiéndose del susto.

Y poco después el tren arribaba a Nueva Delhi.

El pintoresco señor Hamblin

El trayecto en tren entre Bombay y Nueva Delhi no iba a ser corto, pero parecía que iba a ser tranquilo. Al menos más tranquilo que cierto tren africano. Todos estaban pensando en sus cosas, mientras Elizabeth Shawn leía con avidez el misterioso Fragmentos de G´harne.

En un momento dado un hombre tocó la puerta del compartimento. Era un dicharachero hombre bien vestido de aspecto inglés que se presentó como William Hamblin, un rico hacendado inglés, propietario de unas tierras en Nueva Delhi y que quería combatir el aburrimiento invitando a los investigadores a comer.

La comida fue agradable, y Hamblin comentó de pasada que había tenido contacto en Bombay con un hombre que decía llamarse Robert Huston, y reconoció al teóricamente difunto psiquiatra al ver la foto. De Huston dijo que era un hombre excéntrico, con una extraña carisma y toques megalomaníacos, "decía que tenía un sueño que pronto compartiría con toda la Humanidad". Hamblin dijo recordar que Huston había mencionado que tenía su residencia en Australia, pero que gustaba de viajar bastante.

En algún momento de la conversación, y viendo que los investigadores coincidían con la descripción dada por Huston, "un grupo de viajeros que fueron de Nueva York a Londres, de ahí a El Cairo y de ahí hasta Nairobi" les dijo que Huston le había dado un extraño regalo para ellos.

Una bolsita llena de arena, que dentro contenía un colmillo, que Elizabet Shawn reconoció como de murciélago con un diminuto símbolo grabado:

¿Australia? ¿Un murciélago?

Eso recordó a Elizabeth Shawn la clase recibida por el Dr. Cowles en la Universidad de Yale en sus primeras pesquisas. Pero antes de que pudieran dar ningún paso la esposa de Hamblin irrumpió en su habitación gritando: "¡mi marido se encuentra muy enfermo, por favor hagan algo!"

Bombay


El leopardo comerá carne humana en Rudraprayag en primavera... esas enigmáticas palabras, contenidas en el enigmático libro obtenido del mezquino indio Tandoor Singh eran inquietantes. La India quedaba más o menos de camino a China, y Bombay era un puerto casi obligado. Además, las cosas por Kenia estaban demasiado calientes y era aconsejable cambiar de aires, por lo que un tren a Mombasa y el primer barco que cruzara el Índico parecían buenas opciones.

Llegaron a Bombay, tras unos días de ya casi olvidada tranquilidad en el barco. Bombay resultaba ser una ciudad no menos acogedora, aunque la prudencia puede (y a veces debe) tornarse paranoia cuando uno se ve enfrentado a tantos y tan poderosos enemigos. Es por eso que no podían evitar ver una amenaza detrás de cada turbante rojo.

El hotel era excelente, aunque Montana no conseguía conciliar el sueño a causa de sus terribles pesadillas. Aprovecharon también la estancia para equiparse y hacerse con algo de armamento, y una visita del padre Evans a la biblioteca mostró la siguiente carta que debía ser jugada.

Rudraprayag era un pequeño pueblo de la India, cerca de Nueva Delhi. Ciudad para la que tomaron el primer tren que encontraron disponible.

El rito del nacimiento

Difícil de describir. Más de 10.000 personas arremolinadas en torno a la montaña. Todos con el gorro de la secta.

Cientos de víctimas asustadas, y en la boca de la cueva, la sacerdotisa M´Weru, impregnando el aire con su voz, sensual pero malvada. llena de odio y fanatismo, pero a la vez hipnótica.

La lluvia hace su presencia, y la tensión se masca en el ambiente. La excitación impide a los sectarios darse cuenta de que hay unos intrusos de lujo entre ellos.

M´weru proclama:

¡Ésta es la gran noche, en la que nuestro dios nos enviará la semilla escogida! ¡Esta noche vendrá su hijo y traerá consigo el terror para confirmarnos en nuestra fe! ¡Nyar shthan, Nyar gashanna!

¡Nyar shthan, Nyar gashanna!

M'Weru repite este cántico una y otra vez, hasta que la inmensa multitud lo corea, acompañada del sonido de los tambores. Los sectarios repiten una y otra vez el ritual balanceándose rítmicamente: "¡Nyar shthan, Nyar gashanna!
¡Nyar shthan, Nyar gashanna!" El eco, procedente de la ladera de la montaña, devuelve el sonido a la llanura.

Y entonces comienza el horror.

En medio del frenesí del ritual, los sectarios se despojan de sus ropas. El cielo, iluminado sólo por la luz de las estrellas, se ennegrece más y más al cubrirse de nubes. Pueden verse relámpagos que se van acercando a la cima de la montaña. El retumbar de los truenos es cada vez mayor. De repente se nota un viento frío y desagradable.

Sobre la cima de la montaña se forma una columna de humo.

“¡Nyar shthan, Nyar gashanna! ” Los sectarios, desnudos, escogen al azar a algunos de los prisioneros y los descuartizan de la forma más cruel y despreciable; la sangre de varias docenas de hombres, mujeres y niños cubre la llanura.

Después, tras una hora de más frenesí y derramamiento de sangre, baja del cielo un enorme rayo que cae en la misma cima de la montaña, acompañado de un pavoroso trueno.

En el lugar de caída del rayo el vapor solidifica y aparece gradualmente el Dios de la Lengua Sangrienta.

"¡Él cabalga sobre la montaña, al igual que cabalga sobre el mundo! ¡Nyar shthan, Nyar gashanna!"

Mágicamente, unas escaleras se abren hacia una cueva que lleva al salón del trono de Hypatia. El ser, grande como la propia montaña, coge sectarios por puñados, devorando unos, arrojando otros contra la ladera. Pero es el momento de actuar, recuerda McGuffin, y la gloria no es para los cobardes.

La ascensión hasta la cima de la montaña es agotadora, y pasa casi media hora hasta que todos los sectarios alcanzan el templo o se han acercado todo lo posible a la boca de éste (de vez en cuando, algún incauto cae por uno de los lados de la escalinata, que carece de baranda, y se estrella en el suelo de la llanura).

Y lo que ven arriba no es mucho mejor; más víctimas siendo asesinadas, tirturadas, violadas, devoradas... muchas arojadas a los fosos de la muerte. Un espectáculo dantesco, que nadie podrá olvidar.

Pero todo parece pasar a un segundo plano cuando M'Weru, que hasta el momento había estado sentada sininmutarse al pie del trono de la madre, por fin se levanta y alza las manos. Sus guardias imponen rápidamente el silencio.

Una calma gélida desciende sobre el lugar mientras M'Weru entona por última vez “¡Nyar shthan, Nyar gashanna!” Ante la mirada expectante de la multitud, los siniestros ojos amarillos del dilatado vientre de Hypatia empiezan a brillar. La cabeza de ésta grita una sola vez, presa de una agonía mortal y explota.

Los fragmentos ensangrentados vuelan por los aires y caen entre los asombrados sectarios que se apresuran a recoger tan preciadas reliquias sin dejar de contemplar lo que sucede. A continuación aparece una grieta en la membrana, que en seguida se rompe. Chorros de légamo surgen del interior y descienden por los escalones de la tarima sobre la cual ya se alza la Semilla del dios. Arrastrándose más allá de M'Weru, sus tentáculos atrapan a los sectarios de menor importancia más próximos para alimentarse por vez primera.

Tras el "nacimiento" vuelve la orgía de muerte, y entre las víctimas que van a ser arrojadas al foso está atada y sedada Elizabeth Shawn.

McGuffin hace señas a los investigadores para que miren de nuevo a la semilla. Ésta muta hasta adquirir la forma exacta de Hypatia Masters y es besada por M´Weru. Una vez sucede eso, McGuffin grita triunfal:

¡Habéis contemplado el nacimiento de la semilla de un dios, ahora morid!

M´weru, contrariada por aquello, increpa a McGuffin, y ordena a sus sectarios que lo maten, por haber traído espectadores ajenos a la secta. Discuten, y él manifiesta que era la voluntad del dios que vieran el nacimiento.

Aprovechando la confusión, liberan a Elizabeth y salen corriendo, mientras la orgía de sangre y destrucción sigue transcurriendo a su alrededor.

Colin McGuffin



McGuffin les condujo a una cueva, donde pudieron esconderse a salvo de los sectarios que les buscaban, y allí comenzó su relato:

"No sé qué sabéis de esta secta y qué no. Os puedo garantizar, aunque eso ya lo habéis visto, que son muy peligrosos. Operan a nivel mundial, y puede que os suene a locura, pero creedme si os digo que obedecen a poderes más allá de lo comprensible, y he visto cosas que jamás habría creído posibles.

Tuve noticia de ellos en Australia, donde no se llaman Secta de la Lengua Sangrienta, sino Grupo de los Diablos de la Noche, pero el amo al que sirven es el mismo, un cruel dios que se hace llamar de muchas formas. Nyarlatothep, Dios de la Lengua Sangrienta, Nefren-Ka, Jack Brady...

Sí, supongo que os sorprende escuchar el nombre del guardaespaldas de Carlyle. Y puede parecer absurdo, pero la verdad es que Jack "Brass" Brady no era más que uno de los innumerables avatares de ese Dios, que junto con su sacerdotisa M´Weru atrajo a la expedición a estas tierras, para sacrificarlos, y cosas aún peores.

Mi difunto socio Kenneth Smith y yo hemos investigado mucho a esta gente. mis pesquisas me trajeron hasta aquí y tuve la suerte de capturar vivo a uno de esos maníacos. La verdad es que no fue fácil, pero llega un momento en el que el dolor supera al fanatismo y hasta uno de esos salvajes llega a hablar. Pero por favor, no me pidáis que entre en detalles, no me siento especialmente orgulloso de ello.

Sé que piensan realizar un importante ritual, uno en el que pretenden hacer nacer a la semilla de ese Dios, al hijo de Jack Brady, en el vientre de Hypatia Masters. Como imagináis, no podemos permitir que eso suceda, o el mundo no volverá a ser el mismo. El horror que esa bestia inmunda puede suponer... Además, si vuestra amiga ha sido capturada, es posible que quieran utilizarla como sacrificio o algo peor en esa ceremonia, y supongo que querréis evitarlo.

Pero es preciso que seáis conscientes de lo peligroso que es esto. Y es también muy importante que sepáis que deberemos ser pacientes y que no debemos actuar, bajo ningún momento, hasta que sea el momento preciso. Dicho en plata: nos colamos en el ritual, nos acercamos, y cuando tenga a M´Weru a tiro, le vuelo la cabeza y vosotros aprovecháis para sacar a vuestra amiga de ahí. En cuanto a mí... bueno, espero que a este trasto le sigan quedando disparos y haya alguno para mí.

Preguntáis de dónde saqué este artefacto. La verdad es que yo también me pregunto por su origen, pero os puedo decir que era el arma que portaba un sacerdote de los Diablos de la Noche al que eliminé en su templo en el desierto de Australia. Bueno, debería decir al que eliminamos Kenneth y yo. Pero ahora Kenneth está muerto, y yo le voy a vengar."

La cacería

Con el corazón aún palpitando por lo que habían visto en aquella infame montaña, corrieron por entre la maleza, cuando el sonido de unos cuernos reveló una inquietante realidad: la Secta les estaba buscando. El clamor de sus perseguidores se hacía cada vez más ensordecedor, les estaban dando caza y luchar significaba sin duda la muerte. Optaron por esconderse.

Pero eso no sirvió, ya que unos sectarios a lomos de una horrible criatura avistó al padre Evans y cargó hacia él. Antes de que pudiera darse cuenta el padre ya estaba atrapado por las garras de la criatura, volando hacia la Montaña, para ser sin duda víctima de algún repugnante rito demoníaco.


Tarkin y Montana abrieron fuego contra ese ser, aunque su piel era dura como la roca, algo que también descubrió Evans, que intentaba sin éxito liebrarse a machetazos.

Claremons Evans no quería que su destino fuera servir a los oscuros propósitos de esos maníacos, por lo que prefirió, por pecaminoso que fuera, quitarse la vida. Y antes de que pudiera hacerlo, de entre la maleza un potente rayo alcanzó la criatura, que soltó a Evans, a gran velocidad contra los árboles.

Tarkin y Montana vieron al autor del disparo, un hombre occidental, vestido de explorador, armado con un extraño dispositivo y que se enfrentaba a varios sectarios enfurecidos. Acudieron en su ayuda y pronto pudieron dar cuenta de ellos, maravillados por el arma del extraño, capaz de lanzar potentes rayos contra sus enemigos. ¿Qué clase de extraña tecnología o brujería era esa?

Tras acabar el combate, el hombre guardó su arma, mesó su bigote y se presentó con un marcado acento australiano: Buenos días, caballeros, mi nombre es Collin McGuffin, y sospecho que tenemos un objetivo común.

¿Y el padre Evans? La providencia había querido que en su caída fuera con un frondoso árbol y llegara al suelo sin nada más que contusiones, aunque de quien no había ni rastro era de Elizabeth Shawn.

La Montaña del Viento Negro

Dejaron atrás la Tierra Maldita para ir a la no menos maldita Montaña del Viento Negro. Guiados por Sam Mariga, quien parecía rejuvenecer en contacto con la naturaleza, llegaron al pie de la montaña. Allí Montana vio que un par de despreciables esbirros montaban guardia en una cueva, por lo que decidieron acercarse sigilosamente.
Llegaron a la cueva y estaba vacía, a excepción de unos terribles montones de putrefactos cadáveres y malolientes huesos que impregnaban la cueva con su insoportable hedor. Entre la oscuridad pudieron distinguir un trono y tras él una aborrecible estatua de lo que parecía ser el dios de la lengua sangrienta.
Vieron también una jaula con unas 50 personas dentro, algunas ya muertas, y al liberarlas el padre Evans vio al despaarecido hermano Jeremías, un misionero al que habían dado por muerto. Pero Jeremías estaba en tan mal estado que apenas pudo darle la extrema unción y verlo morir entre sus brazos. el resto de cautivos salió corriendo sin mediar palabra, aunque algunos de ellos, sin poder superar los horrores que habían vivido, se lanzaron directamente al vacío.
Investigando vieron una cosa curiosa junto al trono, un cronómetro marino, en buena madera, donado por la Fundación Penhew y que marcaba exactamente 3 horas menos.

Pero eso no fue lo más sorprendente, ya que tras el trono una palanca revelaba un pasadizo de varios kilómetros y negro como la noche, con varios tramos en los que casi se encuentran con la muerte, hasta llegar a una misteriosa caverna.
La gargantuesca caverna tenía también cadáveres y postes sacrificiales. Tenía también 3 mortíferos pozos, uno con 13 serpientes venenosas. Otro con 169 enormes ratas rabiosas y un tercero con 666 hormigas carnívoras del tamaño de zanahorias. Obviamente caer a cualquiera de los fosos significaría la muerte. Pero lo más terrible estaba detrás. Postrada sobre un trono estaba lo que parecía haber sido alguna vez Hypatia Masters, con la mirada perdida y su vientre hinchado, ocupado por una obscena blasfemidad de ojos amarillentos. Hypatia respiraba, pero era claramente un cascarón, un inquilino para ese horror.


Hicieron lo más humano y abrieron fuego contra esa cosa. El Señor se apiadaría del alma de la señorita Masters.

Pero tan pronto dispararon contra la cosa, la propia montaña comenzó a vibrar, y optaron por salir corriendo, ya que las piedras comenzaban a derrumbarse. Salieron corriendo hasta llegar al aire libre, si bien Sam Mariga no tuvo tan buena suerte, y tuvieron que dejarle atrás cuando una pesada roca aplastó una de sus piernas.

La tierra corrompida.



De los bosques tropicales del planeta, el de Aberdare tiene una temperatura templada que le hace único en el mundo.
Aquí crecen cedros gigantes, árboles de alcanfor, higueras y olivos del África Oriental, que sólo ceden terreno al bambú de montaña al aumentar la altitud. El matorral es frecuentemente muy espeso por lo que es difícil avanzar si no es siguiendo senderos. A menudo las laderas de las montañas son frías y húmedas debido a la niebla, la humedad o la lluvia.

Hay que cruzar numerosos arroyos rápidos. Abundan antílopes de bosque, cerdos salvajes, duiqueros, alces africanos, leopardos y quebrantahuesos . En elevaciones menores puede encontrarse la mortífera mamba verde, una serpiente arbórea increíblemente rápida, así como cobras y víboras (la mamba negra, cuyo mordisco es invariablemente fatal, prefiere climas más secos).

A uno y otro lado se alzan montañas con la cima cubierta de nieve. El aire es limpio y transparente. Un paso ancho y en forma de silla de montar (el Paso Neri-Nanyuki)
separa el Monte Kenia de la cordillera de Aberdare: al descender por el lado Norte del paso los investigadores llegan a las Tierras Corrompidas.

Este lugar era originariamente una pradera de montaña de considerable belleza de aproximadamente un kilómetro de ancho. Ahora está ennegrecida, como si alguien hubiera chamuscado el bosque con un gigantesco hierro de marcar.

Todos los rastros de animales muestran que éstos evitan la zona y los investigadores tienen que abrirse paso a golpe de machete entre matorrales extrañamente deformados para llegar a las Tierras Corrompidas. Hasta el suelo parece crujir y nada crece en él. Un olor fétido impregna la zona, y se puede discernir que ninguna causa
natural puede provocar efectos como éstos.

Pero lógicamente, 6 años después, ninguna pista de la Expedición Carlyle.

Las máscaras de Sam Mariga



Cthulhu tiene pesadillas en las que sale Sam Mariga.

Una vez Sam Mariga se dejó el grifo abierto en el desierto de R´lyeh. Sí, entonces era un desierto.

Si un pj tiene que huir, llama a Nodens. Si Nodens tiene que huir, llama a Sam Mariga.

Hastur no se atreve a decir Sam Mariga.

Sam Mariga se bajó el Necronomicón del emule. En un .doc.

Nyarlathotep es uno de los 999 avatares de Sam Mariga.

Que no está muerto lo que yace eternamente, salvo que Sam Mariga le dé una hostia.

El bono al daño de Sam Maariga es "morís tú y toda tu familia".

Sam Mariga abrió una pescadería en Innsmouth.

Azatoth era el ser más inteligente del universo, hasta que leyó la mente de Sam Mariga.

Sam Mariga tuvo que visitar al urólogo porque tenía un parásito en la uretra. El parásito es más conocido como Shude Mell.

Los retoños de Shub-Niggurath son hijos bastardos de Sam Mariga.

Cuando Sam Mariga se aburre juega a reventar burbujitas de Yofg-Sothot.

Los shoggoths salen despavoridos y gritan Tekeli-li cuando ven a Sam Mariga.

Sam Mariga merienda perritos de Tíndalos.

Antes del tiempo y el espacio estaba Sam Mariga.

Los creadores del Arkham horror intentaron crear un aliado que fuera Sam Mariga. Desistieron cuando vieron que los monstruos empezaban a cerrar los portales desde el otro lado.


Sam Mariga llama a los Yithianos "raza inferior".

A Sam Mariga le gusta comer en los restaurantes chinos: pide ancas de profundo.

Cuando Sam Mariga se alojó en el hotel de Innsmouth, los sectarios atrancaron las puertas de sus habitaciones y escaparon por la ventana.

Sam Mariga ha alcanzado tiene 100 en todas las habilidades...

... en el Cthulhu d20.

Cuando un monstruo ve a Sam Mariga, el monstruo pierde cordura.

Cada vez que Sam Mariga se lee el Necronomicon, el Necronomicon pierde cordura pero gana puntos de "Mitos de Sam Mariga".

Camino a la montaña del viento negro

Aquel que no es lo que parece

Se pertrecharon, y con la guía de Sam Mariga tomaron rumbo al poblado de Ndovu. Las notas en casa de Tandoor Singh sugerían que el tiempo era un recurso escaso, por lo que optaron en un principio por las llanuras de Thika, más peligroso pero más rápido que la ruta de los bosques de Aberdare.

Maldijeron haber eslegido esa opción cuando media docena de sectarios bien armados les tendió una emboscada. Sin saber muy bien cómo, el brazo de Elizabeth Shawn y la pierna del Padre Evans ya estaban sangrando, y los sectarios, lejos de amilanarse por los disparos, seguían repartiendo furibundos machetazos al vehículo en el que los investigadores se habían atrincherado.

De pronto Claremont Evans recordó las palabras del viejo Bundari, y decidió abrir la jaula de Aquel. El pequeño camaleón, para sorpresa de todos los presentes, creció en instantes hasta adquirir el tamaño de un elefante, y en un espectáculo dantesco comenzó a engullir sectarios a lenguetazos, para después desaparecer, haciendo que Evans aún se preguntara si aquello había sido real o un sueño.

La situación era comprometida, y algunos de ellos mostraban feas heridas, pero el Dr. Tarkin demostró ser no solo un hábil médico sino un hombre de recursos, ya que el día anterior había comprado en el bazar un ungüento al que los nativos llamaban mágico, pero que realmente no era sino una especie de coagulante ultraeficaz de textura aceitosa, que se mostraba maravillosamente eficaz para los cortes.

Después de la experiencia, decidieron que tal vez era mejor por optar una ruta más larga pero segura, ya que en futuros ataques no contarían ya con la ayuda de Aquel.

Un par de días después llegaron al poblado de Ndovu, donde por mediación de Mariga pudieron recopilar los siguientes rumores:

En la zona han desaparecido en las últimas tres semanas más de una docena de hombres, mujeres y niños. No se ha emprendido búsqueda alguna puesto que se da por segura su muerte a manos de la Secta.
- El día anterior y a unas pocas horas del poblado se hallaron los cadáveres de dos elefantes recién muertos (“Ndovu” es la palabra en Swahili que quiere decir “elefante”). Los investigadores pueden, si lo desean, examinar los cadáveres desplazándose hasta allí. El espectáculo vale la pena puesto que no se conoce bestia alguna que pueda hacer pedazos a un elefante. Los cuerpos, a los que evitan tanto chacales como buitres, se han hinchado enormemente y de ellos sale una sustancia purulenta de color púrpura verdoso.
- El gran mago de Swara fue maldecido por M'Weru porque se atrevió a burlarse de sus poderes. Ahora se le ha caído el pelo, está ciego y balbucea como un niño. El poblado de Swara está a medio día de viaje en dirección al Monte Kenia aunque no hay nada de interés, salvo la ruina humana en que se ha convertido el antaño poderoso hechicero.

Investigaron lo del elefante, y efectivamente, lo que encontraron era descorazonador: restos tumefactos de elefante, pútridos pero sin insectos, destrozado por Dios sabe qué clase de criatura.

Pero la noche caía y era hora de descansar antes de partir.

El viejo Bundari


Kenyatta había mencionado a un hombre que podía dar muchas respuestas. Les dijo que a la salida esperaría un hombre al que deberían seguir, sin hacer preguntas. él les llevaría a una puerta amarilla que deberían cruzar.

Así lo hicieron, y el hombre les llevó a un desgastado Rolls Royce amarillo, que les llevó por la sabana hasta una diminuta aldea africana. Allí un hombre que se presentó como Okomu les escrutó con severidad, queriendo saber el por qué de su presencia.

Le hablaron de la Secta y la Hermandad, de los siniestros rituales, y de su encuentro con el Faraón Negro. Le mostraron también las fotos del trozo de sello que Nyti les había dado en El Wasta, cosa que cambió la expresión de Okomu, quien se volvió mucho más amable.

Les habló del infausto destino de la Expedición, de cómo seres de otro plano aparecieron para devorar a los porteadores y cómo los miembros desaparecidos fueron sin duda llevados a la Montaña del Viento Negro, llamada así por ser la guarida del infame dios de mismo nombre, grande como la montaña y cruel como la muerte. Ese Dios es al que adora la secta de la Lengua Sangrienta, en alusión al tentáculo rojizo que sale de su frente. La secta está goebrnada por la suma sacerdotisa M´Weru, mujer cuya belleza solo rivaliza con su maldad y su poder, y que perfectamente podría tratarse de la negra de Carlyle.

Les hizo pasar a la cabaña, pero les advirtió de que Bundari vivía entre dos realidades, y debían esperar pacientemente a que volviera. El interior de la cabaña era sorprendente, en forma de espiral, y con apariencia de ser más grande por dentro que por fuera. Y en el centro Bundari, un pequeño hombrecillo meditando.

Transcurrió una hora, dos, tres, cuatro... y 11 aburridas horas después Bundari despertó, y sin hacer ninguna pregunta se dirigió a los investigadores por sus nombres y les dijo en swahili:

"Vuestra misión es peligrosa y el tiempo escaso.
¿Preferís bellas palabras o la pura verdad? La Lengua Sangrienta se está volviendo arrogante. La gente de la región desaparece en la montaña, raptados por la secta y
destinados a un terrible sacrificio que tiene que realizarse. Los líderes de las tribus han sido corrompidos.
Muchos de nosotros debemos rezar continuamente a Ngai, el señor del Kere-Nyaga (el monte Kenia) para detener este mal."
Si vosotros, buscadores, tenéis coraje podréis conseguir muchas cosas. Pero debéis apresuraros. Okomu puede ayudaros a preparar vuestro viaje pero no puede daros lo que yo: he aquí algunos objetos que os ayudarán."

Ofreció un matamoscas ornamentado, símbolo de la lucha contra el mal, y les dijo que tenía dos usos, uno es encontrar el mal, y otro es enfrentarse a él.

Su otro regalo era una caja que contenía un extraño animal (un camaleón), al que presentó como Aquel-que-no-es-lo-que-parece. “Éste es mi amigo, Aquél Que No Es Lo Que Parece. Podéis llamarle Aquél para abreviar. Llevadle con vosotros y alimentadle bien cada día con moscas. Sólo os servirá una vez y no contra la magia. Sólo tenéis que abrir la caja y dejarle suelto.”

Dicho lo cual, volvió a entrar en trance. Okomu pidió a los investigadores que le dejaran el trozo del sello, pues era parte del Ojo de la Luz y la Oscuridad que podría confinar al Dios del Viento Negro, y les recomendó como guía a Sam Mariga, pues éste era de su entera confianza.

Cthaat Aquadingen

"Y entonces se abrirá la
puerta, cuando el sol esté tapado.
Así el Pequeño Reptador
despertará a los que viven
más allá y les traerá. El
mar los tragará para escupirlos
después y el leopardo comerá
carne humana en Rudraprayag
en primavera. "

(Extracto. Traducido del hindi)

La tienda de te

Tandoor Singh era el hombre que en su día había suministrado te a la Expedición. Un hombre llamado Ajah Singh era el que comerciaba con la fundación Penhew en Mombasa, y un indio les había intentado asesinar varias veces. Puede que todo fuera un sorprendente cúmulo de casualidades, pero no estaba de más ir precavidos.

Al anochecer se acercaron todos menos el padre Evans a visitar la tienda, pero un inofensivo atracador puso a prueba los nervios de Toni Leone, que disparó inecesariamente contra el suelo, provocando un gran revuelo y casi un linchamiento de los investigadores en el barrio árabe de Nairobi, que tuvieron que abandonar apresuradamente.

Pero no renunciaban a la idea de visitar la tienda de te, por lo que fueron al día siguiente.

Singh era, no cabía duda, el hombre del tren, aunque no parecía inmutarse. Les invitó a pasar a la trastienda para darles información, y la providencia quiso que el padre Evans esta vez sí fuera, pues pudo percibir en el brillo de los ojos del indio que era una emboscada.

Tandoor Singh era sorprendentemente rápido, pero no tanto como para evitar que Elizabeth Shawn le encañonara con su arma. Cuando eso pasó, se arrodilló y empezó a suplicar cobardemente por su vida, y cuando bajaron la guardia musitó unas palabras en su idioma y de pronto un fogonazo dejó ciegos a todos.

Todo sucedió muy deprisa, y sin ver, corriendo sin rumbo, se las apañaron para salir corriendo de la tienda y alertar a la policía, que al llegar arrestó a Tandoor Singh. También fue necesaria una ambulancia, pues Leone había quedado gravemente herido por las puñaladas del sectario.

Ahora más que nunca, tenían claro que debían visitar su tienda. Y así lo hicieron Elizabeth Shawn y Gazzo Montana, que eludiendo el precinto policial se metieron en la tienda, y descubrieron que bajo un tonel había una cueva, de la que emanaba un pútrido olor, pero no tuvieron más remedio que meterse para evitar ser sorprendidos por la policía.

Dentro vieron una pequeña cueva, excavada a mano, con un blasfemo altar y una horrible estatua. Y lo más inquietante, media docena de cadáveres enterrados, víctimas sin duda de los crueles asesinatos de Singh.

Encontraron también un cajón, que al forzarlo revelaba su contenido: una cuchilla de carnicero con símbolos grabados, unos conos de incienso, un manto y un libro en una lengua con unos caracteres extraños, que Claremont Evans identificó como hindúes.

Esperaron un rato antes de salir, y cuando abrieron la escotilla pudieron ver al agente de policía pero muerto en el suelo, y ante ellos, con un cuchillo ensangrentado en la mano Tandoor Singh, quien de alguna manera había conseguido escapar.

Elizabeth Shawn pudo cerrar los ojos a tiempo, antes de quedar cegada, pero Montana no tuvo tanta suerte. Todo parecía perdido, ya que el asesino era un hábil luchador, y luchaba en su terreno. Montana estaba ciego y desorientado y Elizabeth Shawn solo contaba con una Derringer.

Se encomendó a su suerte y sin pensar apuntó hacia Singh apretó el gatillo. El sonoro "bang" inundó la sala y Elizabeth cerró los ojos, sabiendo que había llegado su hora cuando una sustancia pegajosa y caliente salpicó su cara.

Era la sangre de Tandoor Singh, al que el disparo de la Derringer había perforado y atravesado el craneo, con un disparo en medio de la frente. Poético final para el hombre de la India.

Preparando la expedición


Sabían que tendrían que adentrarse en el corazón de África, y además el hombre que podía procurarles era el mismo que había abastecido a la Expedición Carlyle, por lo que fueron a visitar a Neville Jermyn.

En su acomodada casa les atendió amablemente, y compartió con ellos, cuando vio que eran ciudadanos de bien, sus sospechas. Estaba plenamente convencido de que la masacre había sido cosa de alguna secta, y llegó a utilizar el nombre de la Lengua Sangrienta, aunque les advirtio de que no era muy prudente decir ese nombre en alto en según qué entornos.

Ofreció su ayuda en cuanto fuera posible, y les dijo que se pasaran esa misma tarde, y les tendría preparado un presupuesto de gastos.

Visitaron también, por recomendación de Sam Mariga, a Johnstone Kenyatta, un conocido activista pronegro de Nairobi. Les sorprendió ver que Kenyatta era un hombre carismático y excepcionalmente culto y educado. Escuchó con antención el relato que le contaron, y admitió que le era difícil creerse ciertos extremos, pero que recordaba la conversación con Jackson Elias, pero que a diferencia de él, que estaba de alguna forma condenado, presentía que los investigadores aún tenían mucho camino por recorrer.

“Esas antiguas costumbres son crueles y mi conocimiento de ellas bastante imperfecto.
Hace más de veinte años que abandoné mi hogar donde había oído tales historias a mi abuelo que era un gran murogi, o adivinador. He tratado de dejar atrás ese mundo para entrar en el vuestro y no deja de ser irónico que mientras yo intento acercarme
a vuestra herencia cultural vosotros os acerquéis a la mía"

“No consigo comprender gran parte de lo que me explicáis, e incluso hay partes que encuentro difíciles de creer pero percibo algo sobre vuestro grupo; quizá tenga yo trazas del poder de mi abuelo. Si queréis, puedo indicaros dónde hallar a un hombre que quizá os pueda ayudar; no le hablé de él a Jackson Elias porque me pareció que ya estaba condenado y no podía cargar a mi amigo con semejante peso. Sin embargo, vuestros destinos no están acabados; aún os quedan grandes victorias por conseguir o quizá fracasos terribles por experimentar.”

Les emplazó a reunirse con él a la mañana siguiente.

Pero aún quedaba un cabo por atar en Nairobi. Una visita a la tienda de Te.

Una confesión y un encuentro.

-Montana -dijo Toni Leone- es hora de que sepas la verdad. Creo que a estas alturas no es ningún secreto que no soy un detective. Pero te equivocas al pensar que soy un mie miembro de la Cosa Nostra, o de la Camorra. Lo cierto es que trabajo para el Servicio Secreto de Italia, y creo que has demostrado ser un miembro capaz para la causa.

Tras escuchar esa revelación, Gazzo Montana bajó al hall del hotel, y allí un inesperado encuentro tuvo lugar. Pues allí estaba su viejo amigo, el doctor Christopher Vane Tarkin, un exmédico de campaña inglés, con quien tuvo ocasión de trabar amistad en la Gran Guerra, y que se hallaba en Nairobi por sorprendentes motivos: Tarkin era pariente lejano de Roger Carlyle, y también estaba investigando el infausto destino de la expedición.

Pronto se pusieron al día, y compartieron información, pese al lógico escepticismo del doctor cuando empezaron a hablarle de sectas y rituales. Pero en todo caso, acababan de ganar un nuevo aliado para la causa.

Tenían abiertas tres líneas de investigación: Neville Jermyn, quien podría suministrarles material y porteadores para una eventual excursión a Aberdare; Johnstone Kenyatta, quien presumiblemente podría arrojar mucha luz a su investigación y el vendedor de té Tandoor Singh, quien sospechaban que bien podría ser el inquietante indio del tren.

Sam Mariga



Jackson Elias hacía mención en sus notas a Sam Mariga, el jardinero que había alertado a las autoridades sobre la aparición de los cadáveres de la expedición, por lo que no había ningún motivo que desaconsejara visitarle.

Mariga, orgulloso nacionalista keniano, recibió con exquisita hospitalidad a los desconfiados investigadores, en su humilde casa (que pese a su humildad contaba probablemente con el jardín más bonito de todo Nairobi) y atendió amablemente a todas sus preguntas.

Confirmó lo que ya habían oído, que se topó fortuitamente con el escenario de la masacre, y que corrió a alertar a las autoridades. Dijo no saber nada de la expedición, nada al menos que no fuera de público conocimiento, pero se ofreció amablemente a ayudar en cuanto fuera posible.

Aconsejó también una entrevista con el señor Johnstone Kenyatta, y cuando las preguntas comenzaron a apuntar hacia la Secta, él respondió que "el señor Kenyatta podrá responderles a eso".

Los fusileros



Un doble motivo llevaba al cuartel general de los Fusileros de África. Por una parte, Starret les había recomendado que se hicieran con armas, pues las iban a necesitar en la sabana y probablemente pudieran hacerse con algún excedente. Por otro lado, era preciso hablar con Selkirk, quien fuera responsable de la recuperación de los cadáveres de la Expedición.

Antes de contar lo primero es preciso contar la agradable e inesperada sorpresa que se llevó Gazzo Montana al volver a su hotel, donde se encontró con un abultado sobre que llevaba su nombre, en cuyo interior había una carta de la embajada italiana en Nairobi y una buena cantidad de dinero. ¿qué había estado tramando Leone? En todo caso, la necesidad podía más que su curiosidad, por lo que guardó cuidadosamente el dinero, pues tanto vaivén de viajes había dejado su economía bastante maltrecha.

Con ese dinero, no fue difícil sobornar a uno de los soldados para que le vendiera algún arma, y de paso les dejara pasar con el oficial al cargo del cuartel, el capitán Montgomery, quien les notificó que Selkirk había fallecido dos años atrás en un desafortunado incendio, y que de los soldados que participaron en la búsqueda de los cuerpos solo quedaba allí el sargento Bumption, quien compartió su relato de lo que recordaba:

“Era horrible, señor. No he visto nunca nada parecido. Cadáveres por todas partes, mejor dicho, trozos de cadáveres: una cabeza por aquí y un brazo por allá, hechos trizas, como si fueran de papel de periódico. Ustedes perdonarán la expresión pero algo cogió a esa pobre gente y la hizo picadillo. Uno hubiera esperado que los buitres y los chacales hubieran rematado la faena y para cuando llegáramos no hubieran dejado más que los huesos, pero los nativos nos dijeron que los animales tenían miedo y no se atrevían a acercarse al lugar.
Supongo que hasta los animales pueden tener repugnancia. En fin, que no querría ver nunca más nada parecido.”

Según Bumption, no hay duda alguna de que Carlyle, Sir Aubrey, etc. estaban presentes e indudablemente muertos. Incluso afirmó haber visto la cabeza seccionada
de Hypatia Masters y concluyó que la responsable de las muertes fue sin duda alguna secta misteriosa.

Loyal Defender



El Loyal Defender era uno de los tugurios de copas de Nairobi, en el que supuestamente podrían encontrar a Bertram "Nails" Nelson, un mercenario que supuestamente había visto a Jack Brady vivo después de la matanza.

Llegaron al bar, y estaba vacío, a excepción de un solitairo cliente, al que el camarero señaló como Nelson. Por alguna extraña razón, Montana desconfiaba del camarero, ya que dijo haber estado trabajando en el Cairo, y anteriormente en Londres. Demasiada casualidad.

Mientras tanto Evans se entrevistaba, previa invitación a bebida, con Nelson, quien corroboraba lo anotado por Jackson Elias, y afirmaba sin ningún género de duda que había visto a Jack Brass Brady en Hong Kong en 1923, en el Bar del Lirio Amarillo, de la Calle Wan Shing, en la zona de bares de la Pasarela. Y lo cierto es que su relato parecía realmente consistente. Describió a Brady como un tipo esquivo, tirando a paranoide, y poco dado a dar información sobre sí mismo.

Pero otra complicación se añadía a la lista cuando nada más abandonar Montana y Evans el bar, este empezaba a arder. Está claro que tanto incendio no podía ser fruto de la casualidad.

El reverendo Starret

Antes de partir hacia Nairobi el padre Evans había avisado telegráficamente de su llegada al pastor anglicano Horace Starret, quien resultaba también haber sido el que proporcionó suministros a la Expedición, por lo que visitarle parecía una cita obligada.

Le encontaron en la misión, un sencillo edificio de madera, impartiendo clase de matemáticas a unos niños nativos y amablemente se ofreció a ayudar a Evans y sus amigos en cuanto fuera posible. Dijo recordar que la Expedición se dirigió a él para obtener suministros médicos, y que pagaron generosamente mediante una cuantiosa donación de la señorita Masters.

Quedó muy afectado por el siniestro suceso y participó en el examen médico de algunos cuerpos que fueron devueltos a Nairobi. Los cuerpos estaban despedazados, y aunque en buena lógica deberían haber sido devorados, parecía como si las bestias salvajes no hubieran querido saber nada de los cadáveres. La única explicación que Starret hallaba para esto es que se trataba sin duda de una obra del Demonio.

Ofreció también cobijo en la misión, y ccuanta ayuda estuviera en sus manos, pero era el momento de investigar otros frentes.

El STAR de Nairobi


Una vez instalados en Nairobi había que empezar a moverse, aunque tenían que solucionar el tema del incendio del tren y la inminente demanda. Para sorpresa de todos Tony Leone mintió y dijo a las autoridades que había sido él el responsbale, y acompañó a la policía mientras decía a sus compañeros que no se preocuparan.

Elizabeth Shawn, con todo el estrés acumulado, alegó que necesitaba tomarse un día de relax, y se fue a hacer un safari fotográfico a la quietud de la sabana.

Eso dejaba solos a Montana y al padre Evans, que nada más salir del hotel se encontraron con un mozalbete que pregonaba el último número del STAR, periódico local, que sin dida sería un buen punto de partida.

Efectivamente, visitaron la pequeña redacción y allí se entrevistaron con su directora, Natalia Smythe-Forbes, una amable señora de mediana edad, quien recordaba haber cubierto en persona la noticia de la llegada de la Expedición a Nairobi, y dijo de ellos que eran gente bastante hermética y enfermiza, muy raros. Concretamente dijo que el líder era el señor Penhew, un hombre sin embargo encantador, a diferencia de Huston, mucho más hosco. Dijo también que sospecha que Carlyle andaba bebido todo el día. Mostró una foto en la que se podía ver que efectivamente Carlyle parecía estar ido, mientras que Penhew parecía de alguna forma rejuvenecido y la señorita Hypatia Masters se mostraba bastante menos curviliínea que de costumbre.

Recordó que la Expedición había llegado originalmente para investigar la zona de la Gran Grieta, pero que pronto empezaron a mencionar un viaje al Oeste para confirmar datos recogidos en Egipto sobre los seguidores de un líder religioso que emigró hacia el Sur, hacia Kenia.

Añadió que se alojaban en Hampton House, un hotel que es propiedad de Reggie Baynes (y quien lo ha dirigido siempre) desde antes de la Gran Guerra.

La expedición también tuvo tratos con el doctor Horace Starret (párroco anglicano con quien curiosamente Claremont Evans mantenía corrrespondencia) y el Sr. Neville Jermyn.

Preguntada por el trágico suceso dijo que los informes que llevaron a la patrulla hasta el lugar de la masacre proceden de Sam Mariga, un jardinero que trabaja en la estación del ferrocarril y que vive en la calle Charles. Sam visitaba a unos parientes en el poblado de Ndovu, situado en el bosque de Aberdare, cuando se enteró de que en cierta región había gran cantidad de cadáveres sin enterrar y de que era poco inteligente acercarse por allí. Dicha región se encuentra al Norte de Nairobi y a muchos kilómetros de distancia del valle de la Gran Grieta. El teniente Mark Selkirk, al mando de una escuadra de tropas nativas, encontró los restos y (según parece) a los autores de la matanza, administrando justicia rápidamente.

Y la señorita Smythe Forbes estaba mostrando la foto de 5 nativos ahorcados cuando uno de los empleados entró en el despacho al grito de ¡Fuego!

Por suerte la redacción el STAR era un edificio pequeño, y aunque dada su naturaleza comenzó a arder con celeridad, Montana encontró rápidamente la salida, y Evans también estaba fuera, pero recordó que la directora no había salido, y su deber moral se impuso a su sentido común y al dolor de una viga cayéndole en el hombro, y aunque magullado y dolorido, consiguió salvar a Natalia Smythe Forbes de perecer entre las llamas.

Pero dado que era el segundo incendio en el que se veían envueltos en poco tiempo, optaron por marcharse rápidamente de ahí.

El ferrocarril de Uganda



Nairobi era el destino lógico para seguir los pasos de la Expedición Carlyle, y el tren el mejor medio de transporte, un abarrotado vehículo de pasajeros, en el que optaron por viajar ensegunda clase, más económica que la primera, sin duda, pero no tan sórdida como la tercera, llena de "morenos" (indios, árabes, etc...) o qué decir, la batea de los negros.

Ya en la estación les había dado la impresión de que un hombre de aspecto indio les seguía y les vigilaba, y les pareció verle en el tren, lo que les empujó al padre Evans y a Elizabeth a hacerle una visita, de la que poco sacaron, más que un escalofrío al hablar con el siniestro hombre. Y al volver vieron que Leone y Montana dormían como marmotas, y un hombre, que se identificó como John Smith intentaba robarles el equipaje, aunque pudieron abortar su idea.

Pero eso no fue lo más reseñable, por desgracia del viaje, puesto que tan pronto cayó la noche, el vagón en el que estaban empezó arder, y pudieron ver que el fuego parecía ser inteligente y les seguía.

Leone fue rápido y se abalanzó hacia la alarma de parada, mientras que Evans y Shawn corrían a por agua, arena, o cualquier cosa que pudiera sofocar las llamas, y Montana por instinto comenzó a disparar a aquella cosa, aunque en vano, pues parecía inmune a las balas, y Gazzo Montana quedó envuelto en llamas cuando un "brazo" de aquel incendio inteligente le mordió la pierna. Por fortuna, la rápida intervención de Tony Leone y su certeza con el extintor salvaron la vida de su compatriota, si bien éste ya nunca tendría que volver a visitar a su peluquero.

Habían salvado la vida, y la de todos los pasajeros, pero no la del vagón, que había quedado completamente calcinado, así como algún vagón anexo, y recibieron por parte del revisor jefe la noticia de que la empresa tomaría medidas legales contra ellos por provocar un incendio, y contaban por desgracia con testigos que afirmaban haber visto el fuego originarse en su compartimento, entre ellos John Smith y su ralea.

Una nueva complicación se unía a los planes del Faraón Negro.

Mombasa


Después de haber abandonado Egipto precipitadamente, el grupo se dividió, dejando a Howlett y Crowe camino de Australia y a Elizabeth Shawn rumbo a Mombasa, siguiendo la ruta de la expedición Carlyle (y a poder ser no emular su destino).

Una vez en Mombasa, una corazonada de Elizabeth les hizo visitar la Iglesia de St. James, donde tuvieron la oportunidad de conocer al padre Claremont Evans, que tomó, para perjuicio de su salud mental, confesión a Leone y Montana.

Pero la parte más sorprendente fue para Elizabeth Shawn, cuando aquel sacerdote que tan familiar le resultaba resultó ser el desaparecido Charles Shawn, su padre biológico que en su infancia la dejó bajo el cuidado de su tío, y desapareció sin dar señales de vida.

Sacrificios, sectas, monstruos, peligros, intentos de asesinato… Elizabeth Shawn pensaba que su mente estaba dispuesta para digerirlo todo. Todo menos eso.

Tal vez ya era tarde para recuperar el tiempo perdido, pero el padre Evans, o mejor dicho Charles Shawn, se sintió en la obligación de acompañar a los investigadores a Nairobi, por lo que cogió con ellos los billetes para el expreso de Nairobi.

Bajo la atenta mirada de un indio misterioso...

Kenia en 1925




MOMBASA
Para quien de El Cairo, Mombasa es una excelente transición. La ciudad es árabe, con estrechos y olorosos callejones, balcones elaboradamente decorados, mezquitas y minaretes, almuédanos y velos. Esta conocida ciudad comercial sólo tiene unos pocos siglos menos que El Cairo. Aquí habitan, a orillas del Océano Índico, unas 30.000 personas que combinan retazos de los modos de vida árabe, africano, indio, portugués y británico.

Mombasa se encuentra en un arrecife de coral frente a la playa, y está conectada con tierra firme mediante un puente por el que pasa el ferrocarril y también mediante varios transbordadores de pasajeros.

Para conectar con Nairobi, la opción obvia es el ferrocarril de Uganda que cubre los 450 Km que separan ambos enclaves.

NAIROBI

En 1925, Nairobi es un pueblo colonial de reciente creación, y cuenta con unos 8.000 habitantes.

Justo más allá de la ciudad se encuentra el Monte Kinangop y la Cordillera de Berdare; el Monte Kenia se alza algo más hacia el Norte y el Este. La ciudad fue fundada en 1900 como un apeadero del ferrocarril antes de las montañas, el último lugar en el que se podían hacer cambios de vía. Con una elevación de más de 2.000 m sobre el nivel del mar, la región es relativamente fresca y seca, los paisajes son soberbios, el agua es adecuada y el suelo excelente para cultivar.

Los europeos, que se consumían en el clima húmedo de Mombasa, se dieron cuenta rápidamente de las ventajas y corrieron la voz.

Hasta 1920, la denominación oficial de Kenia era “Protectorado Británico de África Oriental” pero cuando llegan allí los investigadores tiene ya el estatus de colonia y ya ha adoptado el nombre de Kenia; se autogobierna en muchos temas aunque aún depende de la Corona para la mayor parte de temas de Exteriores y relacionados con la Commonwealth (eufemismo inventado por los británicos para seguir explotando a sus antiguas colonias aun después de haberse éstas independizado). La guarnición del país la componen unos dos batallones de tropas regulares británicas, algo por debajo de su complemento de tropa normal y un millar de policías paramilitares, la mayoría negros e indios al mando de oficiales británicos.

El Nairobi ficticio que se presenta en este escenario no se parece en nada a la moderna ciudad de millones de habitantes de la actualidad.

En el momento de la aventura, Nairobi se divide en distritos, situación normal en las colonias de los países europeos y también en las antiguas colonias de éstos, como los EE.UU. Nairobi tiene tres distritos, uno para blancos, otro para negros y otro para “morenos”, con divisiones que se mantienen rígidamente. Los despachos, hoteles, clubs, etc... están marcados como SÓLO PARA BLANCOS mientras que en las oficinas administrativas como juzgados, etc... hay entradas separadas. Hay cárceles para cada uno de los distritos. Los lavabos en la estación de ferrocarril están enfáticamente separados. Los blancos a los que les guste pasear por los suburbios pueden hacerlo con impunidad mientras que los negros que se encuentren en áreas blancas sin motivo pueden ser expulsados incluso de forma violenta.

FUERA DE LAS CIUDADES

Más allá de las ciudades y de las plantaciones propiedad de los blancos, la vida de los negros africanos continúa como hace siglos. Las culturas tribales son estables y están bien adaptadas al terreno: la mayoría de la gente es amable, curiosa y muestra sus emociones abiertamente y sin reservas. Ciertamente no son salvajes. Los primeros “exploradores” europeos pudieron viajar libremente de un poblado a otro del interior sin ningún problema, siendo agasajados, con fiestas en la mayoría de ellos. Muchos de estos periodistas-exploradores encontraron pocos motivos para el descontento.

En Nairobi se habla normalmente el Inglés pero fuera de allí y de algunos otros lugares, la mayor parte de los negros lo hablan poco o nada. El idioma común de África Occidental es el Swahili, una lengua de comercio estructurada como el Bantú y con un vocabulario predominantemente árabe (los árabes controlaron el comercio costero y oceánico durante la mayor parte del pasado milenio). El Swahili está bien desarrollado y se parece más al Inglés de los siglos XII al XV en su flexibilidad y sutileza que por ejemplo al Pidgin del Pacífico Occidental.

Aunque cada grupo tribal importante posee su propio idioma, quien hable Swahili tiene pocos problemas para hacerse entender en cualquier lugar de Kenia. Si ninguno de los investigadores lo habla y no contratan intérprete alguno es difícil que consigan ni siquiera las informaciones más rudimentarias de los habitantes del interior del país.

La parte más importante de la población la constituye la tribu Kikuyu, que es de habla Bantú. Segundos en número son los Luos, que representan a las tribus originarias del Nilo, y rivales de los Kikuyu. El tercer grupo demográficamente
hablando son los Somalíes pero éstos son un grupo Hamítico cuyos territorios tradicionales se hallan al Este de las tierras altas donde transcurre este capítulo. Los nómadas Nilo-Hamitas, un cuarto grupo, incluye a los Masai y a los Kipsigi. Los belicosos Nandi, que también son originarios del Nilo, se opusieron violentamente al trazado del ferrocarril de Uganda por lo cual fueron diezmados.

Muchos de los sectarios de la zona son Nandis pero los seguidores de los Otros Dioses suelen abandonar sus antiguas lealtades al entrar en la secta.

Natalia Smythe-Forbes

La no resurrección de Nitocris



Todo indicaba que un ritual de grandes proporciones iba a realizarse, y la gran acumulación de miembros de la Hermandad alrededor de la Gran Pirámide así lo indicaba. Era tal la acumulación de gente, que no fue difícil disfrazarnos de sectarios y pasar desapercibidos entre la multitud.

La congregación gritaba excitada, y de la estela aparecieron los que parecían ser los líderes de la Hermandad; Henry Clive, un hombre que debía de tratarse de Omar Shakti y... ¡Edward Gavigan!

Los sectarios comenzaron a entrar por los túneles bajo la pirámide, pero por suerte el complejo de túneles bajo la misma era laberíntico y fue fácil despegarnos del grupo principal. Rodeamos lo que parecía una sala principal, por unos túneles húmedos y claustrofóbicos, impregnados de una obscena maldad, y al cruzar un recodo nos encontramos con una desagradable sorpresa:



¡Unas bestias de cuerpo humano y cabeza animal emboscaron a los investigadores! Afortunadamente los chicos ibans bien equipados para la ocasión, y pudimos dar buena cuenta de ellos para llegar por una portezuela trasera a la sala donde se estaba realizando la ceremonia.

La gran cámara era una estancia enorme, de 120x150 metros, y unos 30 de alto. Era mejor no conocer el propósito de tan colosales dimensiones...

El ritual iba a celebrarse, y la Hermandad planeaba traer a la vida de nuevo a la malvada reina Nitocris. Los millares de sectarios cantaban enfervorecidos mientras la medium, Agatha Broadmoor, trataba de entrar en conexión con el más allá para convocar a Nitocris y Gavigan, Clive y Shakti sonreían con satisfacción.

A veces la fina frontera que separa la audacia de la estupidez es la misma que separa la gloria del fracaso, y como una sola pieza abrimos fuego en el mismo momento en que Broadmoor terminaba su cántico, matando en el acto a Broadmoor y a Gavigan, para disgusto y desconcierto de los otros sacerdotes presentes.

Aún no me explico cómo pudimos salir de ahí, pues era obvio que nos sobrepasaban en fuerza y número, como una jauría de lobos contra un cordero herido, pero tan inesperada fue nuestra acción, que aprovechando la confusión y el dédalo de túneles de la pirámide, pudimos salir vivos de ahí. Gracias también a que los miles de sectarios enfurecidos estaban en la gran sala, varios metros por debajo de nosotros.

Cuando finalmente respiré aire del exterior, fue el sabor más delicioso que haya probado jamás, pues pensé que nunca volvería a probarlo.

El cómo salimos de Egipto, para acabar en Kenia, es una historia que contaré otro día.

-Memorias de Elizabeth Shawn

Padre Jack Connacht


Artista invitado de la partida de Cthulhu "Balas en Shanghai", el padre Jack es un misionero católico de origen irlandés, pero nacido en Boston, que sirvió como capellán en la Gran Guerra y ejerce actualmente como misionero en China, concretamente en el propio Shanghai.

Un hombre honesto y valiente, ¿y quién sabe, tal vez un potencial aliado para los investigadores en su batalla contra Nyarlathotep?

La mansión Shakti


El clan de los italoamericanos llevaba mucho tiempo sin actuar, y demasiadas pistas apuntaban al potentado Omar Shakti como para no hacerle una visita. Por lo que acompañados por el Dr. Howlett, se aventuraron río abajo para tener unas palabras con el magnate.

Llamó su atención un inquietante detalle: hordas de personas se cruzaban con ellos, muchos viniendo de la mansión, y aparentemente con destino a Gizeh, donde según los cálculos de Kaffour se celebraría esa noche un importante ritual.

Howlett optó por hacerse pasar por uno de ellos y unirse a la comitiva disfrazado de sectario, mientras Leone y Montana se colaban en la mansión, cosa que no fue bastante más fácil de lo que habían pensado.

Allí, poca información relevante, aparte de un libro de albaranes con envíos, nuevamente a Darwin, Mombasa y Shangaii, y dentro del libro, esta nota manuscrita:


Pero ni rastro de Shakti. Sí estaba, en cambio, su gato, que parecía vigilar con miradas de desaprobación a los intrusos, y antes de que se dieran cuenta, la lengua del felino se estiró hasta alcanzar los casi 2 metros y enroscarse alrededor del cuello de Tony Leone, mientras el animal crecía hasta alcanzar un tamaño casi humano.

Con los nervios de la situación, Montana echó mano de lo primero que encontró, una silla, que utilizó como arma improvisada, rompiéndola contra la cabeza... de Leone.

El golpe y la asfixia empezaban a hacer mella en la salud de Leone, y las afliadas garras de la bestia amenazaban a ambos investigadores, por lo que Montana no tuvo más remedio que desenfundar, mandar al cuerno la infiltración silenciosa y abrir fuego contra ese ser, que al caer abatido por las balas volvió a su tamaño natural, adoptando la forma arrugada de una momia gatuna, que se convirtió inmediatamente en polvo.

Y ambos decidieron que era momento de abandonar esa mansión maldita.

De diosas y gatos



La excavación Clive dejaba un camino por el que ir, y ése era el holandés Janwillem Vanheuvelen, arqueólogo expulsado de la citada excavación, y al que tras buscar un poco encontraron, en su casa, rodeado de basura, botellas vacías y muchos gatos.

Explicó, dentro de lo que su embriaguez le permitía, que tras su expulsión de la excavación, y a instancias de Martin Winfield, se había metido en un templo de Bastet para robar unos pergaminos, "Ritos fúnebres de Luveh-Keraph", cuyos originales no pudo mostrar, pero del que sí les dijo que estaba preparando una traducción al holandés.

Dado que no sabían holandés, les tradujo más o menos lo que ponía, y tras toda una tarde Montana y Shawn llegaron a la misma conclusión. Esos pergaminos contenían algún tipo de conjuro para convovcar y dominar al "verde guardián del Nilo".

Se acercaron a la ribera del Nilo, aunque rodeados por gatos en todo momento, y allí efectuaron el ritual. No tardó en aparecer un cocodrilo, que miraba con ojos sumisos a Montana y Shawn, e incluso obedecía órdenes sencillas, y tal vez habría sido una buena idea haberse alejado del reptil antes de deshacer el conjuro, pues casi les devora cuando vuelve a su ser, y solo su lentitud en tierra permitió a los investigadores correr hacia el coche a tiempo.

Pero no era el cocodrilo lo que casi acaba con su vida, pues un gato apareció en medio del volante, provocando un choque contra un muro, que fracturó una costilla de Gazzo Montana.

El acoso de los felinos empezaba a ser inquietante, y ambos llegaron a la misma conclusión, que fue corroborada por Kaffour: de alguna forma habían ofendido a Bastet, y había que hacer algo al respecto, así que se fueron al templo del que Vanheuvelen había robado los pergaminos y allí fueron recibidos por una bella mujer que decía llamarse Neris. Les confirmó lo que sospechaban, que el holandés había robado algo que le pertenecía, y que si querían ganarse el favor de Bastet, deberían recuperarlo.

Temerosos de lo que los felinos pudieran hacerles, se apresuraron sin contemplaciones al tugurio de Vanheuvelen, y un par de golpes bastaron para que confesara el paradero de los pergaminos. Poco después, éstos volvían a su sitio, y en agradecimiento Neris les obsequiaba con sendas figuritas de su diosa.

Tal vez las iban a necesitar pronto.

Nigel Wassif


El propietario y editor jefe del Cairo Bulletin demostró ser un hombre excepcionalmente cortés y educado, que atendió amablemente a las preguntas de los investigadores acerca de la Expedición. Recordaba haber hablado con Jackson Elias, de cuya muerte ya había tenido conocimiento, pero no conocía de nada el nombre del difunto Mickey Mahoney, demasiados periodistas en Londres como para conocerlos a todos.

En cuanto a la expedición, llegaron en mayo de 1919 y marcharon hacia el sur en julio, alegando problemas de salud del señor Carlyle, y que la crecida del Nilo tampoco era su mejor aliada. Recordaba bien que la expedición, y la Fundación Penhew en general, era extremadamente hermética en sus trabajos, y poco dada a ofrecer informaciones o entrevistas. Wassif añadió que Omar Shakti proveía de hombres y material a la expedición.

Cuando los investigadores le pusieron al corriente de lo que habían ido descubriendo, Wassif no pudo evitar su sorpresa al oir tan graves acusaciones contra Gavigan y la Fundación, pero al ver que se sustentaban en bastante más que mamarrachadas, les ofreció una buena suma de dinero a cambio de lo que fueran descubriendo. Parece que contaban con un nuevo aliado.

Los restos de la mezquita


La visita al hospital donde estaba internado el nazir confirmó los peores miedos de los investigadores: la Hermandad había atacado la mezquita y había robado el cinturón. Estaba claro que iban a hacer algo y había que intentar impedirlo. Una visita a la mezquita permitía a Crowe y Montana encontrar la espada de Akmallah, del desaparecido Nessim Efti, una cimitarra que según el Nazir debería ayudarles a luchar contra el mal si la empuñaba alguien de corazón puro.

Después, una nueva visita al Dr. Ali Kaffour les indicaba que la piedra de El Wasta era la mitad de algún tipo de sello, que él se ofrecía a custodiar. Tenían que decidir si confiaban en el erudito.

La Hermandad tramaba algo, y seguro que la excavación tenía mucho que ver. ¿Podrían sacar algo en claro de ahí? ¿Y si intentaran localizar al arqueólogo expulsado Janwilem Vanheuvelen?

Tragedia en la mezquita

TRAGEDIA EN LA MEZQUITA IBN TULUN

Seis de los más respetados eruditos de la mezquita de Ibn Tulun fallecieron la pasada noche al derrumbarse el techo de su sala de estudios por causas que hasta el momento aún no han podido ser determinadas; hasta el momento se han recuperado cinco cadáveres y falta por localizar el del sexto erudito, Nessim Efti. El nazir de Ibn Tulun, Ahmed Zehavi, pudo sobrevivir al derrumbamiento y se encuentra hospitalizado en estado de 'shock'. El accidente tuvo lugar en un edificio adyacente a la histórica mezquita, la cual no ha sufrido daño alguno.

Nigel Wassif- CAIRO BULLETIN

El salón del trono


Los pilares se encendieron, y una densa niebla empezó a llenar la habitación. De pronto, una figura apareció en el trono.

Se presentó como Nefrén-Ka, y su poder parecía obsceno. El aire crepitaba a su alrededor, y su voz era profundamente odiosa, pero inspiraba temor.

-No tenéis nada que hacer, y resulta patético que sigáis con esto. Sois como niños tratando de jugar a un juego cuyas reglas no alcanzáis a comprender. Esto es lo que sucede a los que se adentran donde no deben- y mostró una imagen clara de la expedición Carlyle siendo devorada, junto con sus porteadores, en su expedición keniana, por una terorífica serie de monstruos y criaturas aberrantes, en una masacre dolorosamente vívida y una atrocidad difícilmente olvidable, con toda suerte de desmembramientos y muertes dolorosas -incluso los valientes saben cuándo hay que dejar de luchar y todas las puertas os están cerradas. Vuestra lucha es fútil.

Tras decir eso, un portal se abrió y empujó a los investigadores al otro lado. De pronto se vieron transportados a lo que parecía el Egipto del Faraón negro, ¡y vieron cómo el portal que les podía conducir a su mundo se estaba cerrando!

Crowe y Shawn saltaron ágilmente, mientras Leone y Montana trastabilaban, y aunque su orgullo italoamericano nunca les permitiría recoocerlo, de no haber sido por la ayuda de las "desvalidas señoritas", sus destinos habrían sido condenados. ¿Otra de las cosas con las que su mente tendría que lidiar de ahora en adelante?

La puerta al exterior de la pirámide se volvió a abrir, y vieron que el pasillo estaba lleno con los cadáveres de los soldados a los que habían tenido que sobornar para entrar, pero no había rastro del Dr. Howlett, al que encontraron acurrucado en su coche, y cuyo testimonio les pareció enloquecedor. No tanto por la parte en la que unas criaturas aparecieron del suelo para devorar a los soldados, sino porque lo que para ellos habían sido unos pocos minutos, para Howlett había sido día y medio.

La Pirámide torcida


Meidum ofrecía pocas pistas. La pirámide derruída era poco más que un montón de escombros, donde lo único con lo que se encontraron fue con una emboscada de sectarios, a los que pudieron, sin embargo, derrotar con facildad, sin más secuela que una magulladura leve en el abdomen de Montana.

Más interés tenían, en cambio, las pirámides de Dhashur. Trepando a la roja pudieron ver que, como sospechaban, la piedra que les diera Nyti había sido arrancada de allí, aunque era evidente que faltaba la otra mitad.

Pero si algo les dio más respuestas eso fue la Pirámide Torcida. Pudieron colarse dentro sobornando a un par de guardias, y una vez allí enontraron en una de las columnas una escalera secreta que conducía al salón del trono. Un trono enorme, y seis pilares con joyas. En el muro, un mapa de la tierra con sendos rubíes el China, Kenia y Australia y una especie de mapa astral, que parecía indicar una fecha. En otra pared, unos jeroglíficos advertían del inminente advenimiento del hijo de un Dios.

Pero lo más extraño estaba por llegar

Nyti, de El Wasta


El Wasta es uno de los pequeños pueblos que están al sur de Egipto. Y unas horas en coche pusieron ahí a los investigadores, que se toparon con la barrera idiomática de que los locales no supieran inglés. Afortunadamente Anne Crowe tenía importantes nociones de árabe, y pudo solucionar la papeleta.

Tras indagar durante un par de horas, consiguieron llegar a la cabaña de la anciana de la que les hablara Besart, y fueron recibidos por su hijo Unba, un ex-trabajador de la expedición Carlyle, a quien le faltaba un brazo y parte del rostro. La madre, Nyti, una mujer increíblemente anciana, o al menos decrépita, les avisó de que se enfrentaban a un mal muy poderoso, y que tenía algo para ellos.

Les entregó una piedra con un símbolo grabado, y luego cayó en una especie de trance comatoso. ¿Qué significaba aquella piedra? El tono rojizo sugería que pudiera tener relación con la Pirámide Roja de Dhashur, que habría de ser su siguiente parada en el camino.

Warren Besart


La muerte de Winfield había alertado a las autoridades locales, que al día siguiente llenaron el perímetro de la excavación de policías, por lo que volver ahí parecía poco probable a corto plazo (se había decretado un toque de queda de 3 días) y había que indagar por otras vías.

Faraz Najir les había hablado de un tal Warren Besart, que era quien le facilitaba su mercancía a Carlyle, y les había dado su dirección, por lo que fueron a hablar con el señor Besart. O mejor dicho, con los despojos de Warren Besart.

Estaba vivo, al menos en términos médicos, pero permanecía acurrucado en una maloliente trastienda, hedionda de hachís, donde pasaba las horas fumando sin consuelo, con el pelo raído, la barba mal cuidada, las ropas deshilachadas y los ojos desencajados. Cuando se le preguntó por la expedición Carlyle no quiso responder, pero por suerte Montana llevaba algo de hachís con el que sobornarle, de mejor calidad que el que tenía Besart (poco más que hachís del malo mezclado con excrementos de conejo) y comenzó a hablar, aunque no de forma muy conexa:

LA DECLARACIÓN DE WARREN BESART

Un abogado contrató a Besart como agente de compras de Carlyle, que le fue presentado como un multimillonario americano. Siguiendo instrucciones enviadas por escrito por Carlyle, Besart adquirió ciertos artefactos a Faraz Najir, sacándolos ilegalmente de Egipto para enviarlos a Sir Aubrey Penhew en Londres. Él sabía que los artefactos eran antiguos pero ignoraba su poder o su significado.

Cuando la Expedición Carlyle llegó a Egipto, Besart se encargó de conseguir el equipo y los permisos necesarios. Su objetivo principal estaba en Dhashur, a unos 34 Km de El Cairo, Nilo arriba, en la zona de la Pirámide Torcida.

Un día, ya en Dhashur, Jack Brady fue a ver a Besart y le dijo que Carlyle, Hypatia Masters, Sir Aubrey y el doctor Huston habían entrado en la Pirámide Torcida y habían desaparecido. Brady estaba muy excitado y sospechaba algo raro porque los trabajadores habían huido del lugar, quedando los trabajos interrumpidos.

“A la mañana siguiente volvieron a aparecer Carlyle y los demás. Estaban muy excitados a causa de algún hallazgo de tremenda importancia, pero no hicieron ningún comentario ni pusieron nada por escrito porque Sir Aubrey era muy estricto con el secreto de las excavaciones. Todos ellos parecían haber cambiado de alguna forma inexplicable, y no a mejor, por lo que no me atreví a hacer más preguntas.”

“Esa noche, una anciana egipcia vino a verme y me dijo que su hijo, que era uno de los trabajadores que huyeron, lo había hecho porque Carlyle y los demás habían entablado relación con un ser antiguo y maléfico, el Mensajero del Viento Negro. Dijo poder reconocer que las almas de todos los europeos excepto yo mismo y Jack Brady estaban perdidas pero que si quería pruebas fuera a la Pirámide Derruida en Meidum la noche antes de la luna nueva. Y yo... ¡Dios me ayude! ¡Yo fui!”

“Me llevé uno de los camiones, aparentando que iba a El Cairo de juerga pero en cambio me dirigí a Meidum, que está a 35 Km al Sur y me escondí donde ella me dijo. Allí, a medianoche, pude ver a Carlyle y a los otros entregándose a obscenos rituales junto a un centenar de otros desequilibrados. El desierto pareció cobrar vida, arrastrándose y ondulando hacia las ruinas de la pirámide.”

“Horrorizado, ¡pude ver como las propias piedras se convertían en un ser esquelético de ojos saltones! Extrañas criaturas empezaron a salir de la arena y a coger por el cuello a los bailarines, desgarrándoselo, hasta que sólo quedaron en pie los europeos y otro celebrante, revestido de un manto.”

“Algo más surgió de la arena, del tamaño de un elefante pero con cinco cabezas peludas. De repente, me di cuenta de lo que era, ¡pero no podía dar crédito a mis ojos! Lo vi alzarse y de un solo bocado devorar a la vez los cuerpos destrozados y a sus horrendos asesinos, con lo que sólo quedaron vivas cinco personas entre el hedor de la arena cubierta de sangre.”

“Me desmayé. Al recuperarme empecé a vagar por el desierto, donde me aguardaban nuevos horrores. Tras ascender tropezando por una loma poco antes del amanecer vi más allá ¡centenares de esfinges negras alineadas ordenadamente, esperando la hora de la locura en que se alzarán para devorar el mundo! Me volví a desmayar y esta vez abandoné el mundo durante varios meses.”

“Un hombre me encontró y durante dos años él y su madre me cuidaron hasta que pude volver a El Cairo. ¡Pero entonces empecé a soñar! Ahora sólo el hachís o el opio (si encuentro) pueden ayudarme. Ahora vuelvo a estar bajo de reservas y mi vida es intolerable sin la droga. Caballeros, ¿querrán ustedes ayudarme? Sólo las drogas fuertes me mantienen apartado de la locura. ¡Todo está perdido señores, todo está perdido! No hay esperanza para ninguno de nosotros. Ellos aguardan por todas partes. ¿Nadie quiere probar un poco?