La tierra corrompida.



De los bosques tropicales del planeta, el de Aberdare tiene una temperatura templada que le hace único en el mundo.
Aquí crecen cedros gigantes, árboles de alcanfor, higueras y olivos del África Oriental, que sólo ceden terreno al bambú de montaña al aumentar la altitud. El matorral es frecuentemente muy espeso por lo que es difícil avanzar si no es siguiendo senderos. A menudo las laderas de las montañas son frías y húmedas debido a la niebla, la humedad o la lluvia.

Hay que cruzar numerosos arroyos rápidos. Abundan antílopes de bosque, cerdos salvajes, duiqueros, alces africanos, leopardos y quebrantahuesos . En elevaciones menores puede encontrarse la mortífera mamba verde, una serpiente arbórea increíblemente rápida, así como cobras y víboras (la mamba negra, cuyo mordisco es invariablemente fatal, prefiere climas más secos).

A uno y otro lado se alzan montañas con la cima cubierta de nieve. El aire es limpio y transparente. Un paso ancho y en forma de silla de montar (el Paso Neri-Nanyuki)
separa el Monte Kenia de la cordillera de Aberdare: al descender por el lado Norte del paso los investigadores llegan a las Tierras Corrompidas.

Este lugar era originariamente una pradera de montaña de considerable belleza de aproximadamente un kilómetro de ancho. Ahora está ennegrecida, como si alguien hubiera chamuscado el bosque con un gigantesco hierro de marcar.

Todos los rastros de animales muestran que éstos evitan la zona y los investigadores tienen que abrirse paso a golpe de machete entre matorrales extrañamente deformados para llegar a las Tierras Corrompidas. Hasta el suelo parece crujir y nada crece en él. Un olor fétido impregna la zona, y se puede discernir que ninguna causa
natural puede provocar efectos como éstos.

Pero lógicamente, 6 años después, ninguna pista de la Expedición Carlyle.

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