El Dr. Tarkin se apresuró hacia el compartimento de Hamblin. Deliraba y tenía fiebre, pero por suerte el médico siempre llevaba encima un poco de penicilina, que pareció hacer efecto y pudo estabilizar al enfermo.
Interrogando a su esposa, ella dijo que pensaba que podría ser por algo que comió. Se fijó en que había comprado unos bollos en un dudoso chiringuito del mercadillo de Bombay.
Tarkin inspeccionó la papelera, pensando que tal vez esos bollos podrían haber sido envenenados por algo de la secta. Pero en su lugar vio que dentro del bollo, en una maloliente pasta que parecía haber sido carne unas asquerosas larvas se movían. Hamblin había consumido comida podrida.
La indignación no pudo ser contenida por Tarkin, que catalogando de idiota a la señora se marchó a su compartimento aun sobreponiéndose del susto.
Y poco después el tren arribaba a Nueva Delhi.
Interrogando a su esposa, ella dijo que pensaba que podría ser por algo que comió. Se fijó en que había comprado unos bollos en un dudoso chiringuito del mercadillo de Bombay.
Tarkin inspeccionó la papelera, pensando que tal vez esos bollos podrían haber sido envenenados por algo de la secta. Pero en su lugar vio que dentro del bollo, en una maloliente pasta que parecía haber sido carne unas asquerosas larvas se movían. Hamblin había consumido comida podrida.
La indignación no pudo ser contenida por Tarkin, que catalogando de idiota a la señora se marchó a su compartimento aun sobreponiéndose del susto.
Y poco después el tren arribaba a Nueva Delhi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario