El pintoresco señor Hamblin

El trayecto en tren entre Bombay y Nueva Delhi no iba a ser corto, pero parecía que iba a ser tranquilo. Al menos más tranquilo que cierto tren africano. Todos estaban pensando en sus cosas, mientras Elizabeth Shawn leía con avidez el misterioso Fragmentos de G´harne.

En un momento dado un hombre tocó la puerta del compartimento. Era un dicharachero hombre bien vestido de aspecto inglés que se presentó como William Hamblin, un rico hacendado inglés, propietario de unas tierras en Nueva Delhi y que quería combatir el aburrimiento invitando a los investigadores a comer.

La comida fue agradable, y Hamblin comentó de pasada que había tenido contacto en Bombay con un hombre que decía llamarse Robert Huston, y reconoció al teóricamente difunto psiquiatra al ver la foto. De Huston dijo que era un hombre excéntrico, con una extraña carisma y toques megalomaníacos, "decía que tenía un sueño que pronto compartiría con toda la Humanidad". Hamblin dijo recordar que Huston había mencionado que tenía su residencia en Australia, pero que gustaba de viajar bastante.

En algún momento de la conversación, y viendo que los investigadores coincidían con la descripción dada por Huston, "un grupo de viajeros que fueron de Nueva York a Londres, de ahí a El Cairo y de ahí hasta Nairobi" les dijo que Huston le había dado un extraño regalo para ellos.

Una bolsita llena de arena, que dentro contenía un colmillo, que Elizabet Shawn reconoció como de murciélago con un diminuto símbolo grabado:

¿Australia? ¿Un murciélago?

Eso recordó a Elizabeth Shawn la clase recibida por el Dr. Cowles en la Universidad de Yale en sus primeras pesquisas. Pero antes de que pudieran dar ningún paso la esposa de Hamblin irrumpió en su habitación gritando: "¡mi marido se encuentra muy enfermo, por favor hagan algo!"

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