Nairobi era el destino lógico para seguir los pasos de la Expedición Carlyle, y el tren el mejor medio de transporte, un abarrotado vehículo de pasajeros, en el que optaron por viajar ensegunda clase, más económica que la primera, sin duda, pero no tan sórdida como la tercera, llena de "morenos" (indios, árabes, etc...) o qué decir, la batea de los negros.
Ya en la estación les había dado la impresión de que un hombre de aspecto indio les seguía y les vigilaba, y les pareció verle en el tren, lo que les empujó al padre Evans y a Elizabeth a hacerle una visita, de la que poco sacaron, más que un escalofrío al hablar con el siniestro hombre. Y al volver vieron que Leone y Montana dormían como marmotas, y un hombre, que se identificó como John Smith intentaba robarles el equipaje, aunque pudieron abortar su idea.
Pero eso no fue lo más reseñable, por desgracia del viaje, puesto que tan pronto cayó la noche, el vagón en el que estaban empezó arder, y pudieron ver que el fuego parecía ser inteligente y les seguía.
Leone fue rápido y se abalanzó hacia la alarma de parada, mientras que Evans y Shawn corrían a por agua, arena, o cualquier cosa que pudiera sofocar las llamas, y Montana por instinto comenzó a disparar a aquella cosa, aunque en vano, pues parecía inmune a las balas, y Gazzo Montana quedó envuelto en llamas cuando un "brazo" de aquel incendio inteligente le mordió la pierna. Por fortuna, la rápida intervención de Tony Leone y su certeza con el extintor salvaron la vida de su compatriota, si bien éste ya nunca tendría que volver a visitar a su peluquero.
Habían salvado la vida, y la de todos los pasajeros, pero no la del vagón, que había quedado completamente calcinado, así como algún vagón anexo, y recibieron por parte del revisor jefe la noticia de que la empresa tomaría medidas legales contra ellos por provocar un incendio, y contaban por desgracia con testigos que afirmaban haber visto el fuego originarse en su compartimento, entre ellos John Smith y su ralea.
Una nueva complicación se unía a los planes del Faraón Negro.
Ya en la estación les había dado la impresión de que un hombre de aspecto indio les seguía y les vigilaba, y les pareció verle en el tren, lo que les empujó al padre Evans y a Elizabeth a hacerle una visita, de la que poco sacaron, más que un escalofrío al hablar con el siniestro hombre. Y al volver vieron que Leone y Montana dormían como marmotas, y un hombre, que se identificó como John Smith intentaba robarles el equipaje, aunque pudieron abortar su idea.
Pero eso no fue lo más reseñable, por desgracia del viaje, puesto que tan pronto cayó la noche, el vagón en el que estaban empezó arder, y pudieron ver que el fuego parecía ser inteligente y les seguía.
Leone fue rápido y se abalanzó hacia la alarma de parada, mientras que Evans y Shawn corrían a por agua, arena, o cualquier cosa que pudiera sofocar las llamas, y Montana por instinto comenzó a disparar a aquella cosa, aunque en vano, pues parecía inmune a las balas, y Gazzo Montana quedó envuelto en llamas cuando un "brazo" de aquel incendio inteligente le mordió la pierna. Por fortuna, la rápida intervención de Tony Leone y su certeza con el extintor salvaron la vida de su compatriota, si bien éste ya nunca tendría que volver a visitar a su peluquero.
Habían salvado la vida, y la de todos los pasajeros, pero no la del vagón, que había quedado completamente calcinado, así como algún vagón anexo, y recibieron por parte del revisor jefe la noticia de que la empresa tomaría medidas legales contra ellos por provocar un incendio, y contaban por desgracia con testigos que afirmaban haber visto el fuego originarse en su compartimento, entre ellos John Smith y su ralea.
Una nueva complicación se unía a los planes del Faraón Negro.
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