Jackson Elias hacía mención en sus notas a Sam Mariga, el jardinero que había alertado a las autoridades sobre la aparición de los cadáveres de la expedición, por lo que no había ningún motivo que desaconsejara visitarle.
Mariga, orgulloso nacionalista keniano, recibió con exquisita hospitalidad a los desconfiados investigadores, en su humilde casa (que pese a su humildad contaba probablemente con el jardín más bonito de todo Nairobi) y atendió amablemente a todas sus preguntas.
Confirmó lo que ya habían oído, que se topó fortuitamente con el escenario de la masacre, y que corrió a alertar a las autoridades. Dijo no saber nada de la expedición, nada al menos que no fuera de público conocimiento, pero se ofreció amablemente a ayudar en cuanto fuera posible.
Aconsejó también una entrevista con el señor Johnstone Kenyatta, y cuando las preguntas comenzaron a apuntar hacia la Secta, él respondió que "el señor Kenyatta podrá responderles a eso".
Mariga, orgulloso nacionalista keniano, recibió con exquisita hospitalidad a los desconfiados investigadores, en su humilde casa (que pese a su humildad contaba probablemente con el jardín más bonito de todo Nairobi) y atendió amablemente a todas sus preguntas.
Confirmó lo que ya habían oído, que se topó fortuitamente con el escenario de la masacre, y que corrió a alertar a las autoridades. Dijo no saber nada de la expedición, nada al menos que no fuera de público conocimiento, pero se ofreció amablemente a ayudar en cuanto fuera posible.
Aconsejó también una entrevista con el señor Johnstone Kenyatta, y cuando las preguntas comenzaron a apuntar hacia la Secta, él respondió que "el señor Kenyatta podrá responderles a eso".
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