El viejo Bundari


Kenyatta había mencionado a un hombre que podía dar muchas respuestas. Les dijo que a la salida esperaría un hombre al que deberían seguir, sin hacer preguntas. él les llevaría a una puerta amarilla que deberían cruzar.

Así lo hicieron, y el hombre les llevó a un desgastado Rolls Royce amarillo, que les llevó por la sabana hasta una diminuta aldea africana. Allí un hombre que se presentó como Okomu les escrutó con severidad, queriendo saber el por qué de su presencia.

Le hablaron de la Secta y la Hermandad, de los siniestros rituales, y de su encuentro con el Faraón Negro. Le mostraron también las fotos del trozo de sello que Nyti les había dado en El Wasta, cosa que cambió la expresión de Okomu, quien se volvió mucho más amable.

Les habló del infausto destino de la Expedición, de cómo seres de otro plano aparecieron para devorar a los porteadores y cómo los miembros desaparecidos fueron sin duda llevados a la Montaña del Viento Negro, llamada así por ser la guarida del infame dios de mismo nombre, grande como la montaña y cruel como la muerte. Ese Dios es al que adora la secta de la Lengua Sangrienta, en alusión al tentáculo rojizo que sale de su frente. La secta está goebrnada por la suma sacerdotisa M´Weru, mujer cuya belleza solo rivaliza con su maldad y su poder, y que perfectamente podría tratarse de la negra de Carlyle.

Les hizo pasar a la cabaña, pero les advirtió de que Bundari vivía entre dos realidades, y debían esperar pacientemente a que volviera. El interior de la cabaña era sorprendente, en forma de espiral, y con apariencia de ser más grande por dentro que por fuera. Y en el centro Bundari, un pequeño hombrecillo meditando.

Transcurrió una hora, dos, tres, cuatro... y 11 aburridas horas después Bundari despertó, y sin hacer ninguna pregunta se dirigió a los investigadores por sus nombres y les dijo en swahili:

"Vuestra misión es peligrosa y el tiempo escaso.
¿Preferís bellas palabras o la pura verdad? La Lengua Sangrienta se está volviendo arrogante. La gente de la región desaparece en la montaña, raptados por la secta y
destinados a un terrible sacrificio que tiene que realizarse. Los líderes de las tribus han sido corrompidos.
Muchos de nosotros debemos rezar continuamente a Ngai, el señor del Kere-Nyaga (el monte Kenia) para detener este mal."
Si vosotros, buscadores, tenéis coraje podréis conseguir muchas cosas. Pero debéis apresuraros. Okomu puede ayudaros a preparar vuestro viaje pero no puede daros lo que yo: he aquí algunos objetos que os ayudarán."

Ofreció un matamoscas ornamentado, símbolo de la lucha contra el mal, y les dijo que tenía dos usos, uno es encontrar el mal, y otro es enfrentarse a él.

Su otro regalo era una caja que contenía un extraño animal (un camaleón), al que presentó como Aquel-que-no-es-lo-que-parece. “Éste es mi amigo, Aquél Que No Es Lo Que Parece. Podéis llamarle Aquél para abreviar. Llevadle con vosotros y alimentadle bien cada día con moscas. Sólo os servirá una vez y no contra la magia. Sólo tenéis que abrir la caja y dejarle suelto.”

Dicho lo cual, volvió a entrar en trance. Okomu pidió a los investigadores que le dejaran el trozo del sello, pues era parte del Ojo de la Luz y la Oscuridad que podría confinar al Dios del Viento Negro, y les recomendó como guía a Sam Mariga, pues éste era de su entera confianza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario