La mansión Shakti


El clan de los italoamericanos llevaba mucho tiempo sin actuar, y demasiadas pistas apuntaban al potentado Omar Shakti como para no hacerle una visita. Por lo que acompañados por el Dr. Howlett, se aventuraron río abajo para tener unas palabras con el magnate.

Llamó su atención un inquietante detalle: hordas de personas se cruzaban con ellos, muchos viniendo de la mansión, y aparentemente con destino a Gizeh, donde según los cálculos de Kaffour se celebraría esa noche un importante ritual.

Howlett optó por hacerse pasar por uno de ellos y unirse a la comitiva disfrazado de sectario, mientras Leone y Montana se colaban en la mansión, cosa que no fue bastante más fácil de lo que habían pensado.

Allí, poca información relevante, aparte de un libro de albaranes con envíos, nuevamente a Darwin, Mombasa y Shangaii, y dentro del libro, esta nota manuscrita:


Pero ni rastro de Shakti. Sí estaba, en cambio, su gato, que parecía vigilar con miradas de desaprobación a los intrusos, y antes de que se dieran cuenta, la lengua del felino se estiró hasta alcanzar los casi 2 metros y enroscarse alrededor del cuello de Tony Leone, mientras el animal crecía hasta alcanzar un tamaño casi humano.

Con los nervios de la situación, Montana echó mano de lo primero que encontró, una silla, que utilizó como arma improvisada, rompiéndola contra la cabeza... de Leone.

El golpe y la asfixia empezaban a hacer mella en la salud de Leone, y las afliadas garras de la bestia amenazaban a ambos investigadores, por lo que Montana no tuvo más remedio que desenfundar, mandar al cuerno la infiltración silenciosa y abrir fuego contra ese ser, que al caer abatido por las balas volvió a su tamaño natural, adoptando la forma arrugada de una momia gatuna, que se convirtió inmediatamente en polvo.

Y ambos decidieron que era momento de abandonar esa mansión maldita.

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