Camino a la montaña del viento negro

Aquel que no es lo que parece

Se pertrecharon, y con la guía de Sam Mariga tomaron rumbo al poblado de Ndovu. Las notas en casa de Tandoor Singh sugerían que el tiempo era un recurso escaso, por lo que optaron en un principio por las llanuras de Thika, más peligroso pero más rápido que la ruta de los bosques de Aberdare.

Maldijeron haber eslegido esa opción cuando media docena de sectarios bien armados les tendió una emboscada. Sin saber muy bien cómo, el brazo de Elizabeth Shawn y la pierna del Padre Evans ya estaban sangrando, y los sectarios, lejos de amilanarse por los disparos, seguían repartiendo furibundos machetazos al vehículo en el que los investigadores se habían atrincherado.

De pronto Claremont Evans recordó las palabras del viejo Bundari, y decidió abrir la jaula de Aquel. El pequeño camaleón, para sorpresa de todos los presentes, creció en instantes hasta adquirir el tamaño de un elefante, y en un espectáculo dantesco comenzó a engullir sectarios a lenguetazos, para después desaparecer, haciendo que Evans aún se preguntara si aquello había sido real o un sueño.

La situación era comprometida, y algunos de ellos mostraban feas heridas, pero el Dr. Tarkin demostró ser no solo un hábil médico sino un hombre de recursos, ya que el día anterior había comprado en el bazar un ungüento al que los nativos llamaban mágico, pero que realmente no era sino una especie de coagulante ultraeficaz de textura aceitosa, que se mostraba maravillosamente eficaz para los cortes.

Después de la experiencia, decidieron que tal vez era mejor por optar una ruta más larga pero segura, ya que en futuros ataques no contarían ya con la ayuda de Aquel.

Un par de días después llegaron al poblado de Ndovu, donde por mediación de Mariga pudieron recopilar los siguientes rumores:

En la zona han desaparecido en las últimas tres semanas más de una docena de hombres, mujeres y niños. No se ha emprendido búsqueda alguna puesto que se da por segura su muerte a manos de la Secta.
- El día anterior y a unas pocas horas del poblado se hallaron los cadáveres de dos elefantes recién muertos (“Ndovu” es la palabra en Swahili que quiere decir “elefante”). Los investigadores pueden, si lo desean, examinar los cadáveres desplazándose hasta allí. El espectáculo vale la pena puesto que no se conoce bestia alguna que pueda hacer pedazos a un elefante. Los cuerpos, a los que evitan tanto chacales como buitres, se han hinchado enormemente y de ellos sale una sustancia purulenta de color púrpura verdoso.
- El gran mago de Swara fue maldecido por M'Weru porque se atrevió a burlarse de sus poderes. Ahora se le ha caído el pelo, está ciego y balbucea como un niño. El poblado de Swara está a medio día de viaje en dirección al Monte Kenia aunque no hay nada de interés, salvo la ruina humana en que se ha convertido el antaño poderoso hechicero.

Investigaron lo del elefante, y efectivamente, lo que encontraron era descorazonador: restos tumefactos de elefante, pútridos pero sin insectos, destrozado por Dios sabe qué clase de criatura.

Pero la noche caía y era hora de descansar antes de partir.

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