Sabían que tendrían que adentrarse en el corazón de África, y además el hombre que podía procurarles era el mismo que había abastecido a la Expedición Carlyle, por lo que fueron a visitar a Neville Jermyn.
En su acomodada casa les atendió amablemente, y compartió con ellos, cuando vio que eran ciudadanos de bien, sus sospechas. Estaba plenamente convencido de que la masacre había sido cosa de alguna secta, y llegó a utilizar el nombre de la Lengua Sangrienta, aunque les advirtio de que no era muy prudente decir ese nombre en alto en según qué entornos.
Ofreció su ayuda en cuanto fuera posible, y les dijo que se pasaran esa misma tarde, y les tendría preparado un presupuesto de gastos.
Visitaron también, por recomendación de Sam Mariga, a Johnstone Kenyatta, un conocido activista pronegro de Nairobi. Les sorprendió ver que Kenyatta era un hombre carismático y excepcionalmente culto y educado. Escuchó con antención el relato que le contaron, y admitió que le era difícil creerse ciertos extremos, pero que recordaba la conversación con Jackson Elias, pero que a diferencia de él, que estaba de alguna forma condenado, presentía que los investigadores aún tenían mucho camino por recorrer.
“Esas antiguas costumbres son crueles y mi conocimiento de ellas bastante imperfecto.
Hace más de veinte años que abandoné mi hogar donde había oído tales historias a mi abuelo que era un gran murogi, o adivinador. He tratado de dejar atrás ese mundo para entrar en el vuestro y no deja de ser irónico que mientras yo intento acercarme
a vuestra herencia cultural vosotros os acerquéis a la mía"
“No consigo comprender gran parte de lo que me explicáis, e incluso hay partes que encuentro difíciles de creer pero percibo algo sobre vuestro grupo; quizá tenga yo trazas del poder de mi abuelo. Si queréis, puedo indicaros dónde hallar a un hombre que quizá os pueda ayudar; no le hablé de él a Jackson Elias porque me pareció que ya estaba condenado y no podía cargar a mi amigo con semejante peso. Sin embargo, vuestros destinos no están acabados; aún os quedan grandes victorias por conseguir o quizá fracasos terribles por experimentar.”
Les emplazó a reunirse con él a la mañana siguiente.
Pero aún quedaba un cabo por atar en Nairobi. Una visita a la tienda de Te.
En su acomodada casa les atendió amablemente, y compartió con ellos, cuando vio que eran ciudadanos de bien, sus sospechas. Estaba plenamente convencido de que la masacre había sido cosa de alguna secta, y llegó a utilizar el nombre de la Lengua Sangrienta, aunque les advirtio de que no era muy prudente decir ese nombre en alto en según qué entornos.
Ofreció su ayuda en cuanto fuera posible, y les dijo que se pasaran esa misma tarde, y les tendría preparado un presupuesto de gastos.
Visitaron también, por recomendación de Sam Mariga, a Johnstone Kenyatta, un conocido activista pronegro de Nairobi. Les sorprendió ver que Kenyatta era un hombre carismático y excepcionalmente culto y educado. Escuchó con antención el relato que le contaron, y admitió que le era difícil creerse ciertos extremos, pero que recordaba la conversación con Jackson Elias, pero que a diferencia de él, que estaba de alguna forma condenado, presentía que los investigadores aún tenían mucho camino por recorrer.
“Esas antiguas costumbres son crueles y mi conocimiento de ellas bastante imperfecto.
Hace más de veinte años que abandoné mi hogar donde había oído tales historias a mi abuelo que era un gran murogi, o adivinador. He tratado de dejar atrás ese mundo para entrar en el vuestro y no deja de ser irónico que mientras yo intento acercarme
a vuestra herencia cultural vosotros os acerquéis a la mía"
“No consigo comprender gran parte de lo que me explicáis, e incluso hay partes que encuentro difíciles de creer pero percibo algo sobre vuestro grupo; quizá tenga yo trazas del poder de mi abuelo. Si queréis, puedo indicaros dónde hallar a un hombre que quizá os pueda ayudar; no le hablé de él a Jackson Elias porque me pareció que ya estaba condenado y no podía cargar a mi amigo con semejante peso. Sin embargo, vuestros destinos no están acabados; aún os quedan grandes victorias por conseguir o quizá fracasos terribles por experimentar.”
Les emplazó a reunirse con él a la mañana siguiente.
Pero aún quedaba un cabo por atar en Nairobi. Una visita a la tienda de Te.
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