Difícil de describir. Más de 10.000 personas arremolinadas en torno a la montaña. Todos con el gorro de la secta.
Cientos de víctimas asustadas, y en la boca de la cueva, la sacerdotisa M´Weru, impregnando el aire con su voz, sensual pero malvada. llena de odio y fanatismo, pero a la vez hipnótica.
La lluvia hace su presencia, y la tensión se masca en el ambiente. La excitación impide a los sectarios darse cuenta de que hay unos intrusos de lujo entre ellos.
M´weru proclama:
¡Ésta es la gran noche, en la que nuestro dios nos enviará la semilla escogida! ¡Esta noche vendrá su hijo y traerá consigo el terror para confirmarnos en nuestra fe! ¡Nyar shthan, Nyar gashanna!
¡Nyar shthan, Nyar gashanna!
M'Weru repite este cántico una y otra vez, hasta que la inmensa multitud lo corea, acompañada del sonido de los tambores. Los sectarios repiten una y otra vez el ritual balanceándose rítmicamente: "¡Nyar shthan, Nyar gashanna!
¡Nyar shthan, Nyar gashanna!" El eco, procedente de la ladera de la montaña, devuelve el sonido a la llanura.
Y entonces comienza el horror.
En medio del frenesí del ritual, los sectarios se despojan de sus ropas. El cielo, iluminado sólo por la luz de las estrellas, se ennegrece más y más al cubrirse de nubes. Pueden verse relámpagos que se van acercando a la cima de la montaña. El retumbar de los truenos es cada vez mayor. De repente se nota un viento frío y desagradable.
Sobre la cima de la montaña se forma una columna de humo.
“¡Nyar shthan, Nyar gashanna! ” Los sectarios, desnudos, escogen al azar a algunos de los prisioneros y los descuartizan de la forma más cruel y despreciable; la sangre de varias docenas de hombres, mujeres y niños cubre la llanura.
Después, tras una hora de más frenesí y derramamiento de sangre, baja del cielo un enorme rayo que cae en la misma cima de la montaña, acompañado de un pavoroso trueno.
En el lugar de caída del rayo el vapor solidifica y aparece gradualmente el Dios de la Lengua Sangrienta.
"¡Él cabalga sobre la montaña, al igual que cabalga sobre el mundo! ¡Nyar shthan, Nyar gashanna!"
Mágicamente, unas escaleras se abren hacia una cueva que lleva al salón del trono de Hypatia. El ser, grande como la propia montaña, coge sectarios por puñados, devorando unos, arrojando otros contra la ladera. Pero es el momento de actuar, recuerda McGuffin, y la gloria no es para los cobardes.
La ascensión hasta la cima de la montaña es agotadora, y pasa casi media hora hasta que todos los sectarios alcanzan el templo o se han acercado todo lo posible a la boca de éste (de vez en cuando, algún incauto cae por uno de los lados de la escalinata, que carece de baranda, y se estrella en el suelo de la llanura).
Y lo que ven arriba no es mucho mejor; más víctimas siendo asesinadas, tirturadas, violadas, devoradas... muchas arojadas a los fosos de la muerte. Un espectáculo dantesco, que nadie podrá olvidar.
Pero todo parece pasar a un segundo plano cuando M'Weru, que hasta el momento había estado sentada sininmutarse al pie del trono de la madre, por fin se levanta y alza las manos. Sus guardias imponen rápidamente el silencio.
Una calma gélida desciende sobre el lugar mientras M'Weru entona por última vez “¡Nyar shthan, Nyar gashanna!” Ante la mirada expectante de la multitud, los siniestros ojos amarillos del dilatado vientre de Hypatia empiezan a brillar. La cabeza de ésta grita una sola vez, presa de una agonía mortal y explota.
Los fragmentos ensangrentados vuelan por los aires y caen entre los asombrados sectarios que se apresuran a recoger tan preciadas reliquias sin dejar de contemplar lo que sucede. A continuación aparece una grieta en la membrana, que en seguida se rompe. Chorros de légamo surgen del interior y descienden por los escalones de la tarima sobre la cual ya se alza la Semilla del dios. Arrastrándose más allá de M'Weru, sus tentáculos atrapan a los sectarios de menor importancia más próximos para alimentarse por vez primera.
Tras el "nacimiento" vuelve la orgía de muerte, y entre las víctimas que van a ser arrojadas al foso está atada y sedada Elizabeth Shawn.
McGuffin hace señas a los investigadores para que miren de nuevo a la semilla. Ésta muta hasta adquirir la forma exacta de Hypatia Masters y es besada por M´Weru. Una vez sucede eso, McGuffin grita triunfal:
¡Habéis contemplado el nacimiento de la semilla de un dios, ahora morid!
M´weru, contrariada por aquello, increpa a McGuffin, y ordena a sus sectarios que lo maten, por haber traído espectadores ajenos a la secta. Discuten, y él manifiesta que era la voluntad del dios que vieran el nacimiento.
Aprovechando la confusión, liberan a Elizabeth y salen corriendo, mientras la orgía de sangre y destrucción sigue transcurriendo a su alrededor.