Cuando Clive hizo el gesto, la mirada de Leone cambió totalmente...a peor. Era como si su mente hubiera cambiado de forma radical. Había algo perturbador y malvado en su mirada.
Pero daba igual, porque atados como estábamos, Winfield nos condujo a una duna, donde nos arrodilló y sacó su pistola. No paraba de recordarnos que haría nuestra muerte lo más dolorosa posible. Anne estaba aterrorizada, mientras Winfield lamía de forma lasciva las laceraciones que le acababa de provocar a latigazos, pero Leone no paraba de sonreír maniáticamente.
Aún no sé cómo conseguí desatarme. Tal vez la cuerda estaba gastada, o puede que sacara fuerzas de donde no las tenía, pero recuerdo abalanzarme contra Winfield cuando iba a ejecutar a Anne. Forcejeamos y luchamos, hasta que un sonoro bang, y los ojos muertos de Winfield me indicaron que yo había ganado.
Me apresuré a atender a Anne, y por suerte nos habían quitado las armas pero no el botiquín por lo que pude hacerle unas curas. Leone protestaba por la muerte de Winfield. No tengo ni idea de qué le pasaba, pero está claro que no podíamos dejarlo suelto, pero tampoco lo íbamos a abandonar.
Así que anduvimos, probablemente solo fueron unos minutos, pero a mí me parecieron horas, y en un momento dado Anne pateó accidentalmente un antiguo craneo humano que estaba enterrado en la arena, y su grito alertó a uno de los guardias del campamento. Me pidió que depusiera el arma, a lo que accedí como un autómata, tal era mi cansancio mental. Pero cayó abatido por un certero disparo de Anne, quien me dijo que el guardia nos iba a disparar. No quise discutir eso, pues era prioritario salir de ese maldito campamento.
Finalmente, pudimos encontrar una salida y tras dejar a Anne y Leone descansar, escondidos en un almacén de Gizeh, me fui al hotel del Cairo.
-Relato del Dr. Howlett
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