La mansión Shakti


El clan de los italoamericanos llevaba mucho tiempo sin actuar, y demasiadas pistas apuntaban al potentado Omar Shakti como para no hacerle una visita. Por lo que acompañados por el Dr. Howlett, se aventuraron río abajo para tener unas palabras con el magnate.

Llamó su atención un inquietante detalle: hordas de personas se cruzaban con ellos, muchos viniendo de la mansión, y aparentemente con destino a Gizeh, donde según los cálculos de Kaffour se celebraría esa noche un importante ritual.

Howlett optó por hacerse pasar por uno de ellos y unirse a la comitiva disfrazado de sectario, mientras Leone y Montana se colaban en la mansión, cosa que no fue bastante más fácil de lo que habían pensado.

Allí, poca información relevante, aparte de un libro de albaranes con envíos, nuevamente a Darwin, Mombasa y Shangaii, y dentro del libro, esta nota manuscrita:


Pero ni rastro de Shakti. Sí estaba, en cambio, su gato, que parecía vigilar con miradas de desaprobación a los intrusos, y antes de que se dieran cuenta, la lengua del felino se estiró hasta alcanzar los casi 2 metros y enroscarse alrededor del cuello de Tony Leone, mientras el animal crecía hasta alcanzar un tamaño casi humano.

Con los nervios de la situación, Montana echó mano de lo primero que encontró, una silla, que utilizó como arma improvisada, rompiéndola contra la cabeza... de Leone.

El golpe y la asfixia empezaban a hacer mella en la salud de Leone, y las afliadas garras de la bestia amenazaban a ambos investigadores, por lo que Montana no tuvo más remedio que desenfundar, mandar al cuerno la infiltración silenciosa y abrir fuego contra ese ser, que al caer abatido por las balas volvió a su tamaño natural, adoptando la forma arrugada de una momia gatuna, que se convirtió inmediatamente en polvo.

Y ambos decidieron que era momento de abandonar esa mansión maldita.

De diosas y gatos



La excavación Clive dejaba un camino por el que ir, y ése era el holandés Janwillem Vanheuvelen, arqueólogo expulsado de la citada excavación, y al que tras buscar un poco encontraron, en su casa, rodeado de basura, botellas vacías y muchos gatos.

Explicó, dentro de lo que su embriaguez le permitía, que tras su expulsión de la excavación, y a instancias de Martin Winfield, se había metido en un templo de Bastet para robar unos pergaminos, "Ritos fúnebres de Luveh-Keraph", cuyos originales no pudo mostrar, pero del que sí les dijo que estaba preparando una traducción al holandés.

Dado que no sabían holandés, les tradujo más o menos lo que ponía, y tras toda una tarde Montana y Shawn llegaron a la misma conclusión. Esos pergaminos contenían algún tipo de conjuro para convovcar y dominar al "verde guardián del Nilo".

Se acercaron a la ribera del Nilo, aunque rodeados por gatos en todo momento, y allí efectuaron el ritual. No tardó en aparecer un cocodrilo, que miraba con ojos sumisos a Montana y Shawn, e incluso obedecía órdenes sencillas, y tal vez habría sido una buena idea haberse alejado del reptil antes de deshacer el conjuro, pues casi les devora cuando vuelve a su ser, y solo su lentitud en tierra permitió a los investigadores correr hacia el coche a tiempo.

Pero no era el cocodrilo lo que casi acaba con su vida, pues un gato apareció en medio del volante, provocando un choque contra un muro, que fracturó una costilla de Gazzo Montana.

El acoso de los felinos empezaba a ser inquietante, y ambos llegaron a la misma conclusión, que fue corroborada por Kaffour: de alguna forma habían ofendido a Bastet, y había que hacer algo al respecto, así que se fueron al templo del que Vanheuvelen había robado los pergaminos y allí fueron recibidos por una bella mujer que decía llamarse Neris. Les confirmó lo que sospechaban, que el holandés había robado algo que le pertenecía, y que si querían ganarse el favor de Bastet, deberían recuperarlo.

Temerosos de lo que los felinos pudieran hacerles, se apresuraron sin contemplaciones al tugurio de Vanheuvelen, y un par de golpes bastaron para que confesara el paradero de los pergaminos. Poco después, éstos volvían a su sitio, y en agradecimiento Neris les obsequiaba con sendas figuritas de su diosa.

Tal vez las iban a necesitar pronto.

Nigel Wassif


El propietario y editor jefe del Cairo Bulletin demostró ser un hombre excepcionalmente cortés y educado, que atendió amablemente a las preguntas de los investigadores acerca de la Expedición. Recordaba haber hablado con Jackson Elias, de cuya muerte ya había tenido conocimiento, pero no conocía de nada el nombre del difunto Mickey Mahoney, demasiados periodistas en Londres como para conocerlos a todos.

En cuanto a la expedición, llegaron en mayo de 1919 y marcharon hacia el sur en julio, alegando problemas de salud del señor Carlyle, y que la crecida del Nilo tampoco era su mejor aliada. Recordaba bien que la expedición, y la Fundación Penhew en general, era extremadamente hermética en sus trabajos, y poco dada a ofrecer informaciones o entrevistas. Wassif añadió que Omar Shakti proveía de hombres y material a la expedición.

Cuando los investigadores le pusieron al corriente de lo que habían ido descubriendo, Wassif no pudo evitar su sorpresa al oir tan graves acusaciones contra Gavigan y la Fundación, pero al ver que se sustentaban en bastante más que mamarrachadas, les ofreció una buena suma de dinero a cambio de lo que fueran descubriendo. Parece que contaban con un nuevo aliado.

Los restos de la mezquita


La visita al hospital donde estaba internado el nazir confirmó los peores miedos de los investigadores: la Hermandad había atacado la mezquita y había robado el cinturón. Estaba claro que iban a hacer algo y había que intentar impedirlo. Una visita a la mezquita permitía a Crowe y Montana encontrar la espada de Akmallah, del desaparecido Nessim Efti, una cimitarra que según el Nazir debería ayudarles a luchar contra el mal si la empuñaba alguien de corazón puro.

Después, una nueva visita al Dr. Ali Kaffour les indicaba que la piedra de El Wasta era la mitad de algún tipo de sello, que él se ofrecía a custodiar. Tenían que decidir si confiaban en el erudito.

La Hermandad tramaba algo, y seguro que la excavación tenía mucho que ver. ¿Podrían sacar algo en claro de ahí? ¿Y si intentaran localizar al arqueólogo expulsado Janwilem Vanheuvelen?

Tragedia en la mezquita

TRAGEDIA EN LA MEZQUITA IBN TULUN

Seis de los más respetados eruditos de la mezquita de Ibn Tulun fallecieron la pasada noche al derrumbarse el techo de su sala de estudios por causas que hasta el momento aún no han podido ser determinadas; hasta el momento se han recuperado cinco cadáveres y falta por localizar el del sexto erudito, Nessim Efti. El nazir de Ibn Tulun, Ahmed Zehavi, pudo sobrevivir al derrumbamiento y se encuentra hospitalizado en estado de 'shock'. El accidente tuvo lugar en un edificio adyacente a la histórica mezquita, la cual no ha sufrido daño alguno.

Nigel Wassif- CAIRO BULLETIN

El salón del trono


Los pilares se encendieron, y una densa niebla empezó a llenar la habitación. De pronto, una figura apareció en el trono.

Se presentó como Nefrén-Ka, y su poder parecía obsceno. El aire crepitaba a su alrededor, y su voz era profundamente odiosa, pero inspiraba temor.

-No tenéis nada que hacer, y resulta patético que sigáis con esto. Sois como niños tratando de jugar a un juego cuyas reglas no alcanzáis a comprender. Esto es lo que sucede a los que se adentran donde no deben- y mostró una imagen clara de la expedición Carlyle siendo devorada, junto con sus porteadores, en su expedición keniana, por una terorífica serie de monstruos y criaturas aberrantes, en una masacre dolorosamente vívida y una atrocidad difícilmente olvidable, con toda suerte de desmembramientos y muertes dolorosas -incluso los valientes saben cuándo hay que dejar de luchar y todas las puertas os están cerradas. Vuestra lucha es fútil.

Tras decir eso, un portal se abrió y empujó a los investigadores al otro lado. De pronto se vieron transportados a lo que parecía el Egipto del Faraón negro, ¡y vieron cómo el portal que les podía conducir a su mundo se estaba cerrando!

Crowe y Shawn saltaron ágilmente, mientras Leone y Montana trastabilaban, y aunque su orgullo italoamericano nunca les permitiría recoocerlo, de no haber sido por la ayuda de las "desvalidas señoritas", sus destinos habrían sido condenados. ¿Otra de las cosas con las que su mente tendría que lidiar de ahora en adelante?

La puerta al exterior de la pirámide se volvió a abrir, y vieron que el pasillo estaba lleno con los cadáveres de los soldados a los que habían tenido que sobornar para entrar, pero no había rastro del Dr. Howlett, al que encontraron acurrucado en su coche, y cuyo testimonio les pareció enloquecedor. No tanto por la parte en la que unas criaturas aparecieron del suelo para devorar a los soldados, sino porque lo que para ellos habían sido unos pocos minutos, para Howlett había sido día y medio.

La Pirámide torcida


Meidum ofrecía pocas pistas. La pirámide derruída era poco más que un montón de escombros, donde lo único con lo que se encontraron fue con una emboscada de sectarios, a los que pudieron, sin embargo, derrotar con facildad, sin más secuela que una magulladura leve en el abdomen de Montana.

Más interés tenían, en cambio, las pirámides de Dhashur. Trepando a la roja pudieron ver que, como sospechaban, la piedra que les diera Nyti había sido arrancada de allí, aunque era evidente que faltaba la otra mitad.

Pero si algo les dio más respuestas eso fue la Pirámide Torcida. Pudieron colarse dentro sobornando a un par de guardias, y una vez allí enontraron en una de las columnas una escalera secreta que conducía al salón del trono. Un trono enorme, y seis pilares con joyas. En el muro, un mapa de la tierra con sendos rubíes el China, Kenia y Australia y una especie de mapa astral, que parecía indicar una fecha. En otra pared, unos jeroglíficos advertían del inminente advenimiento del hijo de un Dios.

Pero lo más extraño estaba por llegar

Nyti, de El Wasta


El Wasta es uno de los pequeños pueblos que están al sur de Egipto. Y unas horas en coche pusieron ahí a los investigadores, que se toparon con la barrera idiomática de que los locales no supieran inglés. Afortunadamente Anne Crowe tenía importantes nociones de árabe, y pudo solucionar la papeleta.

Tras indagar durante un par de horas, consiguieron llegar a la cabaña de la anciana de la que les hablara Besart, y fueron recibidos por su hijo Unba, un ex-trabajador de la expedición Carlyle, a quien le faltaba un brazo y parte del rostro. La madre, Nyti, una mujer increíblemente anciana, o al menos decrépita, les avisó de que se enfrentaban a un mal muy poderoso, y que tenía algo para ellos.

Les entregó una piedra con un símbolo grabado, y luego cayó en una especie de trance comatoso. ¿Qué significaba aquella piedra? El tono rojizo sugería que pudiera tener relación con la Pirámide Roja de Dhashur, que habría de ser su siguiente parada en el camino.

Warren Besart


La muerte de Winfield había alertado a las autoridades locales, que al día siguiente llenaron el perímetro de la excavación de policías, por lo que volver ahí parecía poco probable a corto plazo (se había decretado un toque de queda de 3 días) y había que indagar por otras vías.

Faraz Najir les había hablado de un tal Warren Besart, que era quien le facilitaba su mercancía a Carlyle, y les había dado su dirección, por lo que fueron a hablar con el señor Besart. O mejor dicho, con los despojos de Warren Besart.

Estaba vivo, al menos en términos médicos, pero permanecía acurrucado en una maloliente trastienda, hedionda de hachís, donde pasaba las horas fumando sin consuelo, con el pelo raído, la barba mal cuidada, las ropas deshilachadas y los ojos desencajados. Cuando se le preguntó por la expedición Carlyle no quiso responder, pero por suerte Montana llevaba algo de hachís con el que sobornarle, de mejor calidad que el que tenía Besart (poco más que hachís del malo mezclado con excrementos de conejo) y comenzó a hablar, aunque no de forma muy conexa:

LA DECLARACIÓN DE WARREN BESART

Un abogado contrató a Besart como agente de compras de Carlyle, que le fue presentado como un multimillonario americano. Siguiendo instrucciones enviadas por escrito por Carlyle, Besart adquirió ciertos artefactos a Faraz Najir, sacándolos ilegalmente de Egipto para enviarlos a Sir Aubrey Penhew en Londres. Él sabía que los artefactos eran antiguos pero ignoraba su poder o su significado.

Cuando la Expedición Carlyle llegó a Egipto, Besart se encargó de conseguir el equipo y los permisos necesarios. Su objetivo principal estaba en Dhashur, a unos 34 Km de El Cairo, Nilo arriba, en la zona de la Pirámide Torcida.

Un día, ya en Dhashur, Jack Brady fue a ver a Besart y le dijo que Carlyle, Hypatia Masters, Sir Aubrey y el doctor Huston habían entrado en la Pirámide Torcida y habían desaparecido. Brady estaba muy excitado y sospechaba algo raro porque los trabajadores habían huido del lugar, quedando los trabajos interrumpidos.

“A la mañana siguiente volvieron a aparecer Carlyle y los demás. Estaban muy excitados a causa de algún hallazgo de tremenda importancia, pero no hicieron ningún comentario ni pusieron nada por escrito porque Sir Aubrey era muy estricto con el secreto de las excavaciones. Todos ellos parecían haber cambiado de alguna forma inexplicable, y no a mejor, por lo que no me atreví a hacer más preguntas.”

“Esa noche, una anciana egipcia vino a verme y me dijo que su hijo, que era uno de los trabajadores que huyeron, lo había hecho porque Carlyle y los demás habían entablado relación con un ser antiguo y maléfico, el Mensajero del Viento Negro. Dijo poder reconocer que las almas de todos los europeos excepto yo mismo y Jack Brady estaban perdidas pero que si quería pruebas fuera a la Pirámide Derruida en Meidum la noche antes de la luna nueva. Y yo... ¡Dios me ayude! ¡Yo fui!”

“Me llevé uno de los camiones, aparentando que iba a El Cairo de juerga pero en cambio me dirigí a Meidum, que está a 35 Km al Sur y me escondí donde ella me dijo. Allí, a medianoche, pude ver a Carlyle y a los otros entregándose a obscenos rituales junto a un centenar de otros desequilibrados. El desierto pareció cobrar vida, arrastrándose y ondulando hacia las ruinas de la pirámide.”

“Horrorizado, ¡pude ver como las propias piedras se convertían en un ser esquelético de ojos saltones! Extrañas criaturas empezaron a salir de la arena y a coger por el cuello a los bailarines, desgarrándoselo, hasta que sólo quedaron en pie los europeos y otro celebrante, revestido de un manto.”

“Algo más surgió de la arena, del tamaño de un elefante pero con cinco cabezas peludas. De repente, me di cuenta de lo que era, ¡pero no podía dar crédito a mis ojos! Lo vi alzarse y de un solo bocado devorar a la vez los cuerpos destrozados y a sus horrendos asesinos, con lo que sólo quedaron vivas cinco personas entre el hedor de la arena cubierta de sangre.”

“Me desmayé. Al recuperarme empecé a vagar por el desierto, donde me aguardaban nuevos horrores. Tras ascender tropezando por una loma poco antes del amanecer vi más allá ¡centenares de esfinges negras alineadas ordenadamente, esperando la hora de la locura en que se alzarán para devorar el mundo! Me volví a desmayar y esta vez abandoné el mundo durante varios meses.”

“Un hombre me encontró y durante dos años él y su madre me cuidaron hasta que pude volver a El Cairo. ¡Pero entonces empecé a soñar! Ahora sólo el hachís o el opio (si encuentro) pueden ayudarme. Ahora vuelvo a estar bajo de reservas y mi vida es intolerable sin la droga. Caballeros, ¿querrán ustedes ayudarme? Sólo las drogas fuertes me mantienen apartado de la locura. ¡Todo está perdido señores, todo está perdido! No hay esperanza para ninguno de nosotros. Ellos aguardan por todas partes. ¿Nadie quiere probar un poco?

Saliendo de la excavación.



Cuando Clive hizo el gesto, la mirada de Leone cambió totalmente...a  peor. Era como si su mente hubiera cambiado de forma radical. Había algo perturbador y malvado en su mirada.

Pero daba igual, porque atados como estábamos, Winfield nos condujo a una duna, donde nos arrodilló y sacó su pistola. No paraba de recordarnos que haría nuestra muerte lo más dolorosa posible. Anne estaba aterrorizada, mientras Winfield lamía de forma lasciva las laceraciones que le acababa de provocar a latigazos, pero Leone no paraba de sonreír maniáticamente.

Aún no sé cómo conseguí desatarme. Tal vez la cuerda estaba gastada, o puede que sacara fuerzas de donde no las tenía, pero recuerdo abalanzarme contra Winfield cuando iba a ejecutar a Anne. Forcejeamos y luchamos, hasta que un sonoro bang, y los ojos muertos de Winfield me indicaron que yo había ganado.

Me apresuré a atender a Anne, y por suerte nos habían quitado las armas pero no el botiquín por lo que pude hacerle unas curas. Leone protestaba por la muerte de Winfield. No tengo ni idea de qué le pasaba, pero está claro que no podíamos dejarlo suelto, pero tampoco lo íbamos a abandonar.

Así que anduvimos, probablemente solo fueron unos minutos, pero a mí me parecieron horas, y en un momento dado Anne pateó accidentalmente un antiguo craneo humano que estaba enterrado en la arena, y su grito alertó a uno de los guardias del campamento. Me pidió que depusiera el arma, a lo que accedí como un autómata, tal era mi cansancio mental. Pero cayó abatido por un certero disparo de Anne, quien me dijo que el guardia nos iba a disparar. No quise discutir eso, pues era prioritario salir de ese maldito campamento.

Finalmente, pudimos encontrar una salida y tras dejar a Anne y Leone descansar, escondidos en un almacén de Gizeh, me fui al hotel del Cairo.


-Relato del Dr. Howlett

En la excavación Clive


Mientras Montana y Shawn indagaban por el Cairo, Leone Crowe y Howlett se acercaron en tranvía a Gizeh, para averiguar qué había sucedido con el robo de la escavación, y cuando se acercaron al fuertemente complejo (¿era una excavación arqueológica o un cuartel militar?), donde fueron recibidos, de forma no muy amable por el arqueólogo Martin Winfield, que cuando vio que Howlett jugueteaba con un ankh de la hermandad, desenfundó rápidamente su arma y ordenó a los investigadores, a punta de pistola, a entrar en la tienda principal, donde estaba el Dr. Clive.

Se habían metido en la boca del lobo, pues Clive y Winfield resultaron ser de la Hermandad, cosa que descubrieron al oir que hablaban de víctimas y de una gran ceremonia, y Winfield no tardó en comenzar a torturar sádicamente a una torturada Anne Crowe con su fusta, disfrutando con ello.

La negociación no parecía posible, como pudo ver Howlett, así que el engaño parecía lo que podría sacarles, por lo que Leone comenzó a fingir interés por unirse a la Hermandad, cosa que obtuvo por respuesta que Clive le ofreciera una pistola y la decisión de a quién didparar: Howlett o Crowe.

Lógicamente, no estaba dispuesto a traicionar a sus amigos, por lo que apuntó a Clive y apretó el gatillo. Pero el click le hizo darse cuenta de que era una trampa, que el revólver no estaba cargado, y lo último que notó fue como si su cerebro explotara cuando Clive entonó unas oscuras palabras.

El Dr. Ali Kafour


Siguiendo la recomendación de Zehavi se acercaron al museo del Cairo, con la intención de hablar con Ali Kafour, y quiso la providencia que se cruzara, literalmente, en el camino de Gazzo Montana. Era un culto y amable, y se mostró abierto y cercano a los investigadores, demostrando que el consejo de Zehavi no había sido en vano.

Tras una amena e instructiva charla, Kafour se deshizo en ofrecimientos de ayuda, y regaló una cosa a Elizabeth, una diadema metálica con un símbolo de Isis grabado.

¿Serían Kafour y Zehavi la prueba de que no todo estaba perdido?

RESUMEN DE LA ENTREVISTA CON KAFFOUR

LA EXPEDICIÓN CARLYLE: el doctor Kafour cree que la expedición descubrió algún secreto relativo al Faraón Negro y que tal descubrimiento les llevó de alguna manera a ser asesinados en Kenia. Sir Aubrey Penhew hacía mucho tiempo que estudiaba al Faraón Negro y Kafour había discutido con él dicho tema, intercambiando ambos información acerca de tan sutil presencia.

En su última visita sir Aubrey no acudió a visitar a Kafour y cuando éste fue al lugar de las excavaciones, Sir Aubrey le rechazó rudamente. Kafour recuerda vivamente algunos cambios muy aparentes en Sir Aubrey: parecía físicamente más joven y emocionalmente era retraído, distante y curiosamente cruel.

EL FARAÓN NEGRO EN LA HISTORIA: hacia el final de la tercera dinastía llegó a Egipto un hombre llamado Nefren-Ka, un poderoso hechicero que podía inflingir la locura y la muerte a sus enemigos con un simple gesto. Cuenta la leyenda que procedía de una antigua ciudad en los desiertos de Arabia cuyo nombre era Irem, la Ciudad de los Pilares. Todos los que sabían acerca de ella la temían.

Nefren-Ka revivió el culto de un dios antiguo y maléfico llamado el Faraón Negro. Pronto Nefren-Ka y dicho dios fueron intercambiables en las mentes de la gente y el hechicero fue conocido como el Faraón Negro hasta el punto en que nadie podía distinguir los hechos y leyendas de uno y otro.

Durante muchos años, el Faraón Negro luchó contra los sucesores de Zoser, de la tercera dinastía, por el control del país y tan grande era el poder de aquél que no queda recuerdo alguno de éstos. Durante algún tiempo, Nafren-Ka reinó sobre el Nilo y sus pueblos hasta que Sneferu fundó la cuarta dinastía y con la ayuda de la diosa Isis consiguió vencer la magia maléfica de Nefren-Ka, matándole.

Sin embargo, y por extraño que parezca, se construyó una pirámide para albergar el cuerpo del hechicero (Kafour especula con que esto pudo realizarse para aislar a Egipto de la todavía potente magia albergada en el cadáver) pero esta estructura se derrumbó cuando Sneferu estaba construyendo una segunda. La Pirámide Derruida está en Meidum y la segunda es la Pirámide Torcida de Dhashur. Los papiros afirman que el cuerpo de Nefren-Ka fue sacado de Meidum y enterrado en Dhashur pero las excavaciones allí realizadas no han descubierto ni rastro. En Dhashur hay otra pirámide, la Pirámide Roja, que también se atribuye a Sneferu y que se dice que guarda a Dhashur para evitar que Nefren-Ka regrese de entre los muertos.

Después de su triunfo, Sneferu ordenó que toda referencia al Faraón Negro fuera borrada pero los adoradores de éste permanecían, aguardando el retomo de su amo. Al cabo de unos años, éstos fueron expulsados de Egipto hacia el Sur, a los horrendos pantanos que hay más allá del Sudán.

En la sexta dinastía, se dice que la cruel reina Nitocris estaba aliada con un nuevo culto al Faraón Negro, aunque no hay pruebas objetivas, si bien el doctor Kafour cree que es cierto. De paso, el doctor menciona que al Faraón Negro se le llama a veces Nyarlathotep.

LEYENDAS DEL FARAÓN NEGRO: Algunos dicen que pertenecía a un panteón de dioses abominables más antiguos que los de Egipto, enteramente inhumanos y dedicados al caos y la locura.
- Se dice que Nefren-Ka poseía una tremenda bestia, de la que la Esfinge de Gizeh es una representación pequeña e inexacta.
- La voz de Nefren-Ka al parecer podía recorrer el país mediante un viento negro que podía destruir las cosas, a voluntad del mago.
- Una profecía implica que el Faraón Negro retornará “dedos y pies después del Gran Hombre Bueno”, una referencia que podría querer decir 20 siglos después de Jesucristo, iniciándose a continuación una era destinada a acabar con el dominio del Hombre sobre la Tierra, trayendo la verdad y la libertad a los seguidores del Faraón.
- También se dice que adoradores humanoides pero inhumanos del Faraón Negro acechan bajo tierra en los desiertos, atacando a veces a los que transitan por allí.
- La gran Esfinge de Gizeh se afirma que interpretaba un papel inusual en los tremendos ritos realizados por Nitocris.

LO QUE CREE EL DOCTOR KAFOUR: mantiene que el Faraón Negro y Nefren-Ka existieron, al igual que los dioses a cuyo panteón pertenece el primero; según él, se les llama Otros Dioses y les dirige el Sultán demoníaco, Azathoth. El doctor Kafour ha visto en el desierto a servidores de estos dioses y sabe que en el Egipto actual existe la Hermandad del Faraón Negro aunque ignora su organización, dirigentes o actividades. También sospecha que el culto al Faraón Negro se está extendiendo a otros lugares de África: por ejemplo, ha oído hablar de una secta en Kenia (que es una colonia británica) llamada la Lengua Sangrienta, que adora a un dios monstruoso que no es sino otro aspecto del Faraón Negro.

LA REINA NITOCRIS: la momia sin identificar recientemente robada a la Expedición Clive en Gizeh sin duda pertenecía a la bella y malvada reina, que fue enterrada viva aunque no se había hallado rastro alguno hasta que la Expedición Clive encontró la cámara secreta en la pirámide pequeña. No sabe cómo o por qué fue robada pero cree que el robo puede estar relacionado con la profecía del retorno del Faraón Negro.