No había muchas pistas. Solo sabían que Elias había estado unvestigando una supuesta secta egipcia (la Lengua Sangrienta, según Miriam Atwrigth, había sido expulsada del Egipto Dinástico, demasiada coincidencia) y sabían que la Pirámide Azul era un bar de ambiente egipcio. Tal vez un hilo del que tirar.
La legalidad no era su mejor aliada, y un coche robado les llevó al tugurio, dejando a las mujeres en casa, que descontentas con su papel de comparsa, optaron por disfrazarse e introducirse, fingiendo ser caballeros, en el bar, al que llegaron antes que sus socios.
El bar resultó ser un sórdido local de danza del vientre, repleto de humo y exóticas bailarinas, más que dispuestas a ofrecer servicios extra a cambio de unos chelines, una de las cuales, que se presentó como Yalesha, dijo que tenía información para ellos. Pero eso fue antes de que una trifulca tabernaria, que casi acaba con un intercambio de disparos, obligara a cerrar el bar.
A la salida del bar, pudieron hablar con Yalesha, quien les dijo que los asesinatos habían sido cometidos por una secta llamada "La Hermandad del Faraón Negro", y que entre sus víctimas estaba su novio, por cuyo asesinato quería vengarse. No pudo decir mucho, salvo que un tal Tewfik al Sayed, cliente habitual del bar veníade vez en cuándo y marchaba, con otros clientes, en un camión a Dios sabe dónde.
La tentación de entrar en la Pirámide Azul era grande, y con el recuerdo aún fresco de la Casa del Ju-Ju, se colaron en establecimiento, aunque resultó ser algo bastante más mundano.
Se retiraron a dormir, pero sabían que era bastante probable que con la que habían organizado, la Hermandad estuviera ya al corriente de sus movimientos.
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