La Niebla


Un rancio olor a pelo quemado impregnaba las fosas nasales de Montana y Cavendish, y la niebla se iba haciendo cada vez más densa tangible... ¡de forma literal!

Ambos sintieron cómo sus garganta se iban obstruyendo, y era una locura pero aquella niebla estaba viva, ¡viva! Aprisionaba con fuerza, y tuvieron que luchar con fuerza para salir de ahí, hasta que una extraña figura emitió una luz, que puso en fuga al ser de la niebla.

La figura no era otra que la señorita Crowe, quien había ido a vigilar los pasos de sus compañeros, y había aparecido providencialmente para deslumbrar al ser, aunque llegó a verlo, con horror, de forma fugaz, un ser de pura maldad, casi imperceptible, con largos zarcillos y una mirada inequívocamente malvada.

Cavendish y Montana estaban vivos, pero su cordura había quedado muy dañada, igual que la de Leone, que seguía enfrascado en su lectura del repugnante "Sectas oscuras de África".

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