No fue una noche fácil para las señoritas Crowe y Shawn.
Ausentes los italoamericanos y Cavendish, que no paraban de hablar de que habían "descubierto la verdad", optaron por investigar en el museo Penhew.
Infiltrarse no fue difícil, y una vez en el despacho de Gavigan, más exactamente en el trastero anexo, un sarcófago captó su atención, y descubrieron que escondía un mecanismo que llevaba a una sala oculta. Sala en la que había cajas con horribles estatuas con destinatarios en China y Australia, o cuadros blasfemos, un aparador con libros aborrecibles y pergaminos que vinculaban a la Hermandad con el dios Nyarlathotep, y a Gavigan con asuntos muy turbios.
Optaron por marcharse. Pero se llevaron consigo la carga de la terrible verdad.
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