Una súbita huída de Inglaterra, donde las cosas no estaban muy bien invitaba a los investigadores a visitar el Cairo, lugar donde se supone, además, que habría información clave sobre la Expedición Carlyle y las investigaciones de Jackson Elias.
El calor y los aromas de Egipto recibían a los viajeros, tras un par de semanas de apacible e inusualmente tranquilo viaje en barco, donde atesoraban cada momento de calidez y paz sabiendo que bien podría ser el último.
Llegados al Cairo, vía Port Said, quiso el instinto de Leone confiar en Mahmud, un despierto chico de la calle, para que les hiciera de guía, pues parecía imprescindible contar con la ayuda de alguien que conociera bien las calles, las costumbres y el idioma.
Tocaba, pues, hablar con Faraz Najir, de quien suponían que era un proveedor del difunto Carlyle, pero antes tocaba equiparse, así que una rápida visita a un tratante de armas (ilegales en Egipto) que se hacía llamar Coronel Abú. Y una vez obtenidos un par de revólveres, excedentes del ejército, tocaba hablar con Najir.
La verdad es que no fue fácil. Pues lo primero que se encontraron al llegar a la calle de los Chacales fue un cráter carbonizado donde se supone que había estado la tienda, y un paseante les comentó que hace unos años un djinn de fuego vino del cielo y quemó la tienda. Todo pensamiento racional indicaría a un incendio provocado, o si acaso un pequeño meteorito, pero visto lo visto en la casa Misr, cualquier cosa resultaba creíble.
Sea como fuere, localizaron la nueva tienda de Najir, y pese a su negativa inicial (y su agresividad al oír que mencionaban a Carlyle), acabo narrando lo que sabía.
El calor y los aromas de Egipto recibían a los viajeros, tras un par de semanas de apacible e inusualmente tranquilo viaje en barco, donde atesoraban cada momento de calidez y paz sabiendo que bien podría ser el último.
Llegados al Cairo, vía Port Said, quiso el instinto de Leone confiar en Mahmud, un despierto chico de la calle, para que les hiciera de guía, pues parecía imprescindible contar con la ayuda de alguien que conociera bien las calles, las costumbres y el idioma.
Tocaba, pues, hablar con Faraz Najir, de quien suponían que era un proveedor del difunto Carlyle, pero antes tocaba equiparse, así que una rápida visita a un tratante de armas (ilegales en Egipto) que se hacía llamar Coronel Abú. Y una vez obtenidos un par de revólveres, excedentes del ejército, tocaba hablar con Najir.
La verdad es que no fue fácil. Pues lo primero que se encontraron al llegar a la calle de los Chacales fue un cráter carbonizado donde se supone que había estado la tienda, y un paseante les comentó que hace unos años un djinn de fuego vino del cielo y quemó la tienda. Todo pensamiento racional indicaría a un incendio provocado, o si acaso un pequeño meteorito, pero visto lo visto en la casa Misr, cualquier cosa resultaba creíble.
Sea como fuere, localizaron la nueva tienda de Najir, y pese a su negativa inicial (y su agresividad al oír que mencionaban a Carlyle), acabo narrando lo que sabía.
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