Él estaría orgulloso de sus chicos.
El domingo a la mañana, un tratante de arte, amigo del señor Cavendish, les confirmaba que la mercancía sustraída en la Casa del Ju-Ju eran baratijas sin valor. A lo sumo, alguna era de las que se empleaban para magia tribal africana ("pero eso no son más que meras paparruchas", afirmó)
Eso no restaba un ápice de sospechosidad a la tienda africana, y otra visita parecía aconsejable, pero tocaba antes tirar de otros hilos. Así pues, se dispusieron a investigar el entorno del Dr. Robert Huston, que como psicólogo de Carlyle debía manejar valiosa información.
Eso no restaba un ápice de sospechosidad a la tienda africana, y otra visita parecía aconsejable, pero tocaba antes tirar de otros hilos. Así pues, se dispusieron a investigar el entorno del Dr. Robert Huston, que como psicólogo de Carlyle debía manejar valiosa información.
Una serie de desafortunados movimientos hizo que Montana y Leone tuvieran un par de encontronazos con las autoridades, y ante la cerrazón del señor Adrian Ferris, secretario del colegio de médicos y custodio de los archivos, les animó a perseguir, acosar, atracar y apalizar a ese hombre, sin prever que poco podía decirles, ya que los archivos los tenía en su despacho y no en su casa. Y consiguientemente, el señor Ferris no se pudo presentar al día siguiente a su cita con Cavendish. ¿Sería hora de que Leone y Montana visitaran subrepticiamente su despacho por la noche?
Los rumores acerca de una peligrosa banda de italoamericanos rondando el entorno de Jackson Elías y Roger Carlyle se empezaban a multiplicar...
Mientras tanto, Cavendish no lograba conciliar el sueño, pensando en el maldito libro "La vida como un Faraón" (¡le pareció verlo sangrar cuando le arrancó las tapas!), Elizabeth Shawn, como mujer ordenada y metódica que era se afanaba en fotografiar y revelar cuidadosamente las pruebas y pistas que iban obteniendo, y la señorita Ann Crowe... seguía sin dar pistas de su paradero.
Los rumores acerca de una peligrosa banda de italoamericanos rondando el entorno de Jackson Elías y Roger Carlyle se empezaban a multiplicar...
Mientras tanto, Cavendish no lograba conciliar el sueño, pensando en el maldito libro "La vida como un Faraón" (¡le pareció verlo sangrar cuando le arrancó las tapas!), Elizabeth Shawn, como mujer ordenada y metódica que era se afanaba en fotografiar y revelar cuidadosamente las pruebas y pistas que iban obteniendo, y la señorita Ann Crowe... seguía sin dar pistas de su paradero.
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