Comenzando: Nueva York.

Todo comienza a principios de 1925 cuando los personajes son citados por su común amigo, el escritor especializado en sectas, Jackson Elías, quien les cita a las 20:00 del 15 de enero en la habitación 410.

Extrañados por la tardanza, se deciden a escuchar tras la puerta, hasta que la paciencia de Leone se agota, y decide abrir la puerta de forma no muy ortodoxa, y la imagen que se encuentran en la habitación es ciertamente dantesca:

El difunto y recién asesinado Jackson Elías

Y tratando de huir por la ventana, los presuntos asesinos de Elías, 3 hombres negros, armados con machetes y ataviados con extraños tocados rojos en la cabeza. Tony Leone, ansioso de vengar a su amigo, se lanza en su persecución, y ayudado por el señor Cavendish se enzarza en un tiroteo que se salda con uno de los asesinos muerto en la escalera de incendios. Los otros dos se escapan en un Lincoln negro y los personajes deciden hacer lo propio en cuanto empiezan a sonar las sirenas de la policía. No sin antes proceder a un rápido registro de la habitación, cuyas pistas son cuidadosamente guardadas por Cavendish.

El resto de los personajes se reúne después en un tugurio de Brooklyn para poner cosas en común, y un despiste de la señorita Crowe provoca un altercado con unos obreros negros que pasaban por ahí, que resultan ser apalizados por el duro Gazzo Montana.

Llega el sábado, y los personajes se reúnen en el museo de Cavendish, a fin de poner las cosas en común. Saben que esto ha debido de ser cosa de una secta, así se lo ha informado la policía (quien por cierto sabe de unos italianos que anduvieron merodeando el hotel, lo que aconseja que Gazzo y Tony Leone sean especialmente discretos) Son informados de que el funeral es el domingo a la mañana, y tienen muchísimas cosas que hacer.

Entre ellas, asisten a una aburrida conferencia clase sobre mitología australiana en la universidad, cuyo profesor era ponente en una conferencia a la que saben que Jackson asistió, aunque no sacan nada en claro. Descubren también que Elías se había mostrado muy interesado por el raro libro "Sectas oscuras de África", que casualmente desapareció sin dar pistas.

Hablando con el editor de Jackson, Jonas Kensington, obtienen pistas bastante jugosas, acerca de en qué estaba metido su común amigo, unas notas de sus investigaciones, donde insinúa que tal vez los miembros de la expedición podrían no haber muerto.

Y sin olvidar otra de las pistas. Una tarjeta de visita de la empresa Importaciones Emerson, con el nombre "Silas N´Kwane" escrito en su reverso. En la empresa les comentan que el tal Silas regenta una tienda de arte africano, y que recordaba que Jackson había mostrado interés por ella, y por su proveedor en Kenia Ahja Singh, y que planeaba visitarla.

Arte tribal africano, asesinos africanos, sectas de África... las piezas encajaban demasiado bien como para no comprobarlo, así que Cavendish y la señorita Crowe deciden acercarse a la tienda, "la casa del Ju-Ju", en Harlem, a ver si sacan algo en claro.
Pero la suerte no les acompaña, y cuando sacan el tema de la secta y muestran a Silas N`Kwane el símbolo de la secta, ven que algo gordo pasa, porque se apresura en echarles.

Esto no iba a quedar así. Se imponía una incursión nocturna a la tienda, y para eso están los dos tipos duros; Gazzo y Tony, que contactan con un amigo para que les lleve en coche, y sobre todo para que esté dispuesto a sacarles rápido de ahí si las cosas se ponen feas. Ahuyentar a los borrachos de la plazuela no es difícil, y romper el escaparate tampoco cuesta demasiado. Más difícil resulta soportar el rancio olor de ese tugurio, y registrarlo en busca de pistas. Les lleva un rato encontrar, debajo de la alfombra, una trampilla.

Tony abre la trampilla que lleva a un pasadizo, con símbolos en la pared que Tony, hombre versado en antropología reconoce como símbolos Kikuyu que representan el mal. Un escalofrío recorre la espina de Tony.

Mientras tanto, alertado por un ruido que viene de la calle, Gazo sale y ve a lo lejos una docena de hombres negros con aspecto de enfadados, ir en dirección a la tienda. O eso parece.

Sin demasiado margen de maniobra, opta por lo que en ese momento le parece más seguro; correr hacia el sótano, tapando la trampilla con la alfombra al cerrarla.

¿Servirá su plan?

No hay comentarios:

Publicar un comentario